Por Leni González
El dramaturgo y director presenta en el teatro Metropolitan (Corrientes 1343) el musical Viaje de invierno junto al músico Diego Penelas.
Lo tuyo es puro teatro
Está enojado. Durante toda la entrevista, Tantanian dialoga con las declaraciones de Ricardo Bartis en Clarín (“En los últimos años hubo un bajón muy grande en la escena alternativa, también en el valor de pertenecer a ese territorio. Que es un lugar de tránsito para las grandes ligas. Hay varias personas que contribuyeron a eso: Tolcachir, Daulte, Tantanian, Veronese. Esto ni ha “profesionalizado” al off, con mayor organización técnica; ni el comercial se ha poetizado de las experiencias del off. Al revés, ha nivelado para abajo”).
En principio, creo que las instancias de profesionalización entendida como lograr que a uno le paguen por el trabajo que hace para poder vivir dignamente –y no porque el teatro independiente no sea profesional sino que hablo en términos de vi-vir– es muy difícil, si uno se restringe sólo al teatro independiente. Y si no tenés la posibilidad de tener tu espacio o una escuela con un montón de alumnos que te permita generar ingresos.
Personalmente, yo lo viví con Los sensuales. Si bien era un elenco con trayectoria en el circuito independiente, muchos teníamos que hacer otros trabajos. Entonces, el sistema es de una gran perversión. Quién puede decir “Te ensuciás las manos”.
Creo que el teatro comercial es un espacio donde uno puede profesionalizarse en el sentido económico. En mi caso, sería un medio para poder producir mis cosas de manera más independiente, sin depender de subsidio mínimos.
El caso de Javier Daulte [se refiere a Caperucita, en el Multiteatro, Corrientes 1283] es el de alguien que intentó ofrecer algo que venía haciendo en el circuito alternativo para otro público y eso no funcionó porque el teatro comercial de hoy es Fortuna (la obra de Ricardo Fort) o Agosto que es deficiente en sus aspectos teatrales. En mi adolescencia (30 años atrás), he visto obras del teatro comercial que me abrieron la cabeza como espectador. Entonces, depende mucho de lo que se hace, es un entramado complejo.
El público del teatro comercial en un 80 por ciento está ganado por gente que mira la tele y Tinelli, un público atrapado por el fenómeno televisivo y que va al teatro a buscar eso. En general, aunque esto suene mal, el nivel ha bajado hasta en el teatro independiente. Hay que pensar que en 1995 y 1996 el espectáculo que todos quería ver era Máquina Hamlet, con ese texto de una complejidad extrema y que ese lugar hoy lo toma La omisión de la familia Coleman. Y creo (aunque yo obviamente prefiera Máquina Hamlet) que eso no es ni bueno ni malo, sólo es. Hay un paradigma que está instalado. Hay algo que se ha degradado en el sentido de pensar el teatro desde otro lugar.
La omisión de la familia Coleman toma una tradición del teatro argentino que es la costumbrista, una línea que viene de Tito Cossa, etc., y las personas que van a verla son gente de clase media que se mete en un callejón y les parece exótico todo eso. El modelo Coleman es un modelo trasladable a los cánones del teatro comercial. Pero el modelo Máquina Hamlet es mucho más difícil.
En cuanto a los actores, es una cuestión distinta. Algunos como Luis Machín o María Onetto aportan una densidad expresiva a la tele que está buenísimo. Pero no creo en una homogeneización. Y no tiene que ver con que circulemos por los medios. Culpar al teatro independiente o a la tevé o al teatro comercial de la homogeneización es una lectura muy obvia y superficial. Lo que pasa es que hay un discurso sin sello. El problema, como dijo Bloom, es que faltan los poemas fuertes, algo que imante. No creo en esos directores puros, inmaculados; y si no, que empiecen a hurgar en lo que hacen con los actores o la guita que roban en los festivales. Yo no tengo prejuicios con los géneros ni con los espacios. Yo creo que las cosas están mal o bien hechas.
Hay gente muy joven (como Romina Paula, Matías Feldman, Ariel Farace, entre otros) que está haciendo cosas muy buenas y ahí es donde hay que ver. Ahí están los poemas fuertes y no se los ve porque falta generosidad. Seguimos siempre nombrando a los mismos.
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