Por Leni González
El actor participa de la próxima telenovela de Telefe, Caín y Abel.
Habla de las posibilidades expresivas de todos los medios y de la necesidad de trabajar en el lugar donde se vive.
La grasa de los festivales no se banca más
El ritmo de las cosas es el que se impone. Es el hacer continuo el que te marca y sobre eso vas reflexionando. A mí me parece muy bien pensar qué pasó en estos últimos diez años. Antes de los 90 no había una mirada europea tan declarada sobre el teatro argentino. Luego vinieron las invitaciones a festivales y las giras europeas. Pero antes los grupos estrenaban sus obras y ahí aparecía un deseo ferviente por viajar, mostrar y comparar pero no había reales posibilidades de hacerlo porque era muy caro, muy difícil. En los 80, no se viajaba. En los 90 empezó una mirada desde Europa hacia las producciones de Latinoamérica y comenzaron algunos directores argentinos a ser invitados y los curadores internacionales a darse cuenta de que el teatro argentino era muy bueno y que los actores argentinos estaban muy bien preparados. Yo lo pude comprobar porque en los 90 viajé mucho con El pecado que no se puede nombrar, de Ricardo Bartis, y antes con Rafael Spregelburd.
Hubo un estallido de posibilidades, de pensarse en otros lugares. La pregunta común en ese momento de los colegas que no viajaban era “¿y si te sale algo allá, qué hacés?”. Ése era el imaginario, el de volver con inversiones millonarias, esa cosa que se piensa desde el barrio, esa mirada ingenua. Me pasó cuando, aún viviendo en Rosario, por primera vez fui a España con un espectáculo de títeres para adultos. Y la verdad es que nos fue muy bien pero yo no me traje ni un solo peso, y para seguir desarrollando mi vocación de actor, me trasladé a Buenos Aires. Todo este recorrido que relato es para explicar que los cambios, para mí, vienen dados por lo que sienten los actores y no los directores. Somos los actores los que impulsamos los grandes movimientos desde lo biográfico a lo colectivo por nuestra propia necesidad de producir niveles de energía que te constituyan como persona y te hagan sentir realizado.
Entonces, esto tan positivo que pasó a partir de los 90 como la posibilidad de viajar y cotejar, el mayor ingreso y la fusión expresiva, tuvo también una contra: se diluyó lo genuino porque algunos directores empezaron a producir para los festivales, empezaron a coproducir, elencos mixtos, fondos extranjeros, etc., lo que llevó a cierta pasteurización y a la aparición de condimentos más industriales como fechas de estreno, debutar en un lugar que no es el propio, generar un lenguaje que no es el rioplatense, y la aparición de actores con estilo de actuación más europeo. A grandes rasgos, creo que se lavaron las expresividades de los actores argentinos que se caracterizan por niveles de expresión estallados. No quiero dar ejemplos para no herir, pero empecé a ver muchos espectáculos con sillas, con gente sentada diciendo y en los que el cuerpo no estaba comprometido en la escena. Y no me refiero al costumbrismo rioplatense o al sainete sino a lo que habla de nosotros. Es como que volvimos a copiar modelos y a pensar que somos europeos. Y nosotros somos argentinos.
La producción de Bartis es paradigmática en este sentido. Soy testigo de la cantidad de ofrecimientos que recibió en sus viajes, pero él eligió seguir acá, no por una cuestión romántica sino porque él siente que tiene que trabajar acá, con actores de acá, sin que le impongan fechas o subsidios para que vaya y venga. No digo que sea mejor ni peor sino que no lo tienta. Además, viajar cansa y llega un momento en que querés que te vean acá y contar lo que pasa acá. Yo no conozco a ningún actor que se haya quedado a vivir en Europa. O debe haber alguno, con carreras más personales. Yo hablo de grupos. Y pienso que los actores desean tener la posibilidad de desarrollarse en su país. En ese aspecto, hacer televisión no está mal y los actores se dieron cuenta de eso.
Sobredosis de TV: creo poder resistir
En la época del teatro independiente estaba el cuco del teatro comercial y el de la TV: los que entraban ahí, se habían vendido o no eran buenos, porque los verdaderos están en el teatro y los más verdaderos, en el San Martín. El tiempo fue decantando eso porque espectadores y actores nos dimos cuenta de que muchas veces vimos pésimos actores y pésimas obras en el San Martín y cosas muy buenas y efectivas en la tele o el teatro comercial.
¿Cuál es el foco de lo comercial que prostituye al off? Hay quienes no les interesa lo comercial pero también hay actores y directores que quisieran hacer algo más comercial y no les sale. Entonces se paran en la vereda donde pueden tirar piedras y decir cosas pero les gustaría que algún día les entrara algún dinero.
También pasó que productores del teatro comercial empezaron a mirar más atentamente a las producciones del off y a convocar gente de ese ámbito. Y eso permitió estar en un lugar prestigioso y rentable al mismo tiempo.
La televisión está en las casas de todos y por eso no se puede negar como posibilidad económica ni expresiva. Para mí, la televisión no limita mi capacidad de expresión sino que, al contrario, acentúa algunas percepciones que en el teatro están diluidas en el tiempo. La TV propone resolver rápido porque prácticamente no se ensaya ni se acuerda nada. Y sin embargo, se producen momentos y estados de actuación que a veces son más brillantes que los de muchas obras. Las posibilidades expresivas se encuentran en los diferentes lenguajes y hay que saber aprovecharlas sin hacerse cruces ni pensar que se le vendió el alma al diablo. Y si la incursión de actores esencialmente teatrales en la televisión resulta atractivo y conmovedor, o provoca curiosidad en la gente de ver cosas a las que no está acostumbrada, enhorabuena. Yo creo que si hay algo que no somos los actores es estrategas. Lo que hay son sensaciones que uno percibe por olfato o por ganas. Y esas mixturas están buenas. Si no, que alguien me responda por qué Daniel Grinbank, que trajo a Madonna y a los Rolling Stones, ahora está tan declaradamente lanzado a producir teatro.
Y sentar a actrices a hablar en sillas (risas).
Es que termina con una obra y ya está con otra con una avidez… Yo lo he frecuentado algo y me parece un tipo de lo más sensible e inteligente y que está como un chico grande entusiasmado con esto. Y creo que lo que ve, además del negocio, es la posibilidad del teatro y la convocatoria que tienen los actores argentinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario