Por Malala González
Miremos detenidamente la cartelera teatral. ¿No notamos algo particular? ¿No habría algo que parece medio híbrido entre espacios, personas y circuitos correspondientes, como que ciertos personajes aparecen en otro lugar del tablero? Algunos directores de teatro alternativo aparecen en obras de teatro de tipo comercial y esto, sin duda, perfilaría cierto fenómeno que se viene dando desde hace ya algunos años en nuestro campo teatral: el vínculo indefinido de circuitos y categorías. En este “pasaje” de directores, los tiempos enfrentados son distintos y la gente con la que comienzan a trabajar también resulta ser toda una novedad. Sin embargo, lejos de enojarnos con esa adecuación a nuevas condiciones de producción, sino reconociendo su labor, queremos conocer sus puntos de vista con tal experiencia.
Además, si de fronteras confusas e intercambio hablamos, todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué estamos entendiendo por teatro “independiente” hoy?, ¿qué sería lo “alternativo” y qué lo “comercial”? En definitiva, ¿qué definiría a cada sector? Porque si es por la gente que interviene, sin duda no nos sirve pensarlo así. Sino que la clave, pensamos, está en los modos de producción empleados en cada uno. Ésa es la única condición por la cual jugar a hacer teatro en la calle Corrientes pueda diferir de hacer una obra en la calle Humahuaca. Es decir, según las posibilidades de producir que se tengan, la cosa varía a gran escala, entre ellas: el dinero con que se cuenta, la cantidad de público que se espera, la promoción con la que se resuelva y por supuesto el tiempo dado. Y como “el tiempo vale oro”, disponer de más tiempo o tener que resolver las cosas con mayor rapidez hace que la cuestión temporal y la económica sean la base de un mismo combo.
La cuestión ha sido planteada, veamos cuál fue el panorama que nos posibilitaron los tres directores entrevistados: Javier Daulte, Luciano Suardi y José María Muscari.
En principio todos coincidieron en que el paso de un circuito a otro no fue por motu proprio (como intención de “querer” o tener el propósito de hacer teatro comercial) sino más bien algo accidentado y no premeditado, sumado a un recorrido transitado en el otro sector. Es decir, hubo un factor externo, llámese productor, que desde cierta legitimación, los convocó para una realización que no tenían pensada. En el caso de Daulte, este paso ocurrió con un mismo espectáculo, ¿Estás ahí?, el cual cambió desde una sala de teatro oficial a otra ubicada a una cuadra del Obelisco. A Suardi se le presentó como un llamado luego de haber dirigido Panorama desde el puente en el San Martín; y a Muscari como una transición menos tajante, puesto que desde sus inicios sus obras ya se daban en la calle Corrientes.
Ahora bien, Daulte ya había trabajado en Europa en el teatro de gran formato por lo que nos dijo: “En Europa, a partir de un momento me empiezan a contratar para poner mis obras en el teatro comercial… Si no hubiera sido por esta experiencia europea me hubieran costado más algunas cosas”. Y agrega: “me fui trasvasando sin darme cuenta”.
Por su parte, Muscari analiza su relación con ambos circuitos como algo orgánico: “Fue muy clara desde mis inicios. Creo ser de los únicos teatristas surgidos, apañados o nacidos en el off que nunca expresó pruritos con el on. Hace más de diez años ya dirigía en calle Corrientes, mientras mis pares, que hoy lo hacen con menos culpa y más naturalidad, me miraban de reojo, o les parecía un bicho raro. Desde hace diez año dirijo mis propios textos no los de otros, no los exitosos, ni los probados en otros países…, los míos. Y creo que con trabajo continuo, logré que el público vaya al teatro, on u off a ver ‘la de Muscari’”.
Ahora bien, los tres presentan características muy distintas, tanto por la actividad desempeñada como a nivel estético-poético. Muscari dirige sus obras; Daulte dirige sus obras y las de otros autores; y Suardi sólo dirige. Y desde este hacer particular de cada uno, la relación con el circuito comercial y su entendimiento de la cuestión, ese hacer adquiere matices. Por eso, cada uno define “lo comercial” de diferente manera.
Daulte aclara: “Primero creo que todo teatro es comercial mientras se cobre una entrada. Segundo, lo que se llama teatro comercial es capaz de captar a un abanico más amplio de espectadores. La diferencia es cuantitativa”. Asimismo agrega: “Pasar al teatro comercial no consiste solamente en mantener la calidad de la obra y la calidad de la interpretación, es una cuestión de adecuación. Yo puedo hacer una obra en el Callejón o en Camarín de las musas y si analizás al público que va, te los podés encontrar a todos en el mismo restaurante. En el teatro comercial no. Vos no sabés quién te está yendo a ver. Lo mismo pasa con la tele, no sabés quién te está viendo… El teatro alternativo está mucho más controlado, todos tienen más o menos los mismos gustos que uno, y piensan más o menos parecido”.
Por su parte Suardi recuerda sus pasos por el norte del continente y advierte: “Conozco gente en Nueva York (hay excepciones, por supuesto) que hace off off queriendo pasar en algún momento al teatro off, y de ahí a Broadway. Como un proceso de pasaje o trascendencia al teatro comercial. Yo nunca sentí que estaba trabajando para pasar a otro circuito. Sí sé que necesito vivir de esto. Y no necesito más motivos para hacer lo que, como cualquier director o actor que quiere vivir de un trabajo que más o menos le interese. Nadie lo está viviendo como ‘¡llegué a la calle Corrientes!’. Me parece que todos lo estamos tomando como un trabajo más”. Además observa que si se va “al Multiteatro, no es lo mismo una comedia de Sofovich, que Julio Chavez dirigido por Alezzo, aunque estén compartiendo teatro y cartelera. No es lo mismo y están en el mismo lugar”. Y agrega: “¿Qué sería lo que define a lo comercial en esos términos? Cuando dirijo acá puedo permitirme algunas cosas, y trabajar de determinada manera, y cuando dirijo allá me puedo permitir otras. Hay un pasaje. Mi forma de trabajo, esté en un lugar o en otro cambia muchísimo. Aunque haya una esencia que se mantiene… Ya no sé bien cuál es el ingrediente para que una obra sea comercial”.
En el caso de Muscari su trabajo consiste en el traslado de herramientas, y en entender que las cosas se hacen reubicando las funciones, no las esencias: “Cuando dirigí una obra en el circuito comercial me di cuenta de que mi parte de productor artístico adquirida en la autogestión me ayudaba a cuidar mi producto. En el comercial −donde empresas, productores, etc., etc., a veces no tienen la sensibilidad de reparar en determinadas cosas, y yo sí pero no como artista sino como gestor− puedo cooperar en la prensa, en la estrategia, en la difusión y hasta en un ahorro de escenografía. También me di cuenta de que es un gran valor de mi teatro poder ser auténtico con lo que hago, sea cual fuere el circuito. Me deprimiría, mucho, mucho, mucho, escuchar que hay dos Muscaris −el under y el comercial−, eso es imposible en mí, estoy muy mezclado. Me di cuenta de que si hago lo que quiero y es comercial, la diferencia es sólo cómo se vende, pero venderlo no es mi trabajo. Mi trabajo es hacerlo lo mejor que pueda”.
Y desde el cómo han vivido la experiencia de pasar al circuito comercial, afirman lo siguiente:
Muscari: “Me gusta hacer off, porque manejo mis tiempos, porque algo de lo artesanal y pobre me inspira, porque potencia mi creatividad para crear desde lo que no tengo, porque me entrena mi ‘productor artístico’. Me encanta hacer on porque no lo juzgo, porque no lo hago por dinero, sino por desafíos y eroticidad, porque soy tan auténtico como en el otro circuito, y porque no se despersonaliza nada en mis obras on: actúan actores que actuarían en una off y viceveresa. Eso es lo bueno, mi falta de prejuicio me potencia pero no hoy, desde hace tiempo”. Y desde esa vivencia comenta: “La bohemia no es lo mío, yo ceno con mis amigos; y mis amigos a veces son parte de mis obras y a veces no. Es verdad que cenar es de alguna manera algo familiar, y es verdad que hacer teatro es un poco armarte tu propia familia sustituta temporal, no ideal, con sus fallas, como la de sangre. Yo no voy a cenar siempre y ésa es la magia, que no sea hábito, que sea verdad y deseo. Si hago algo off no me quedo sin un parrillón del Abasto y si hago algo on ¡Edelweis me atiende de diez!”.
Por su parte, Daulte acepta que trabaja de la misma manera: “Mi objetivo es trabajar con el mismo rigor de siempre. No me parece mejor el teatro alternativo, depende de la obra… A veces, en el teatro alternativo uno se da el lujo de ensayar seis meses, y en teatro llamado comercial es muy difícil tener más de ocho semanas. Para eso hace falta mucha experiencia. En una época me resultaba inconcebible, ahora no”. Y recordando las herramientas obtenidas en el circuito independiente sostiene: “Por suerte o por desgracia, nosotros en nuestro país tenemos que aprender de todo: a atender la boletería, barrer escenarios, subirnos a escaleras, armar y desarmar escenografías. En Europa se quedan helados porque sabés de todo. Yo aprendí a iluminar porque aprendí mirando y colgué tachos porque nadie los colgaba. Entonces tenemos la escuela del horror pero salimos con un título”.
Si bien Suardi nos dice que las experiencias que le ha tocado transitar no han sido tan tajantes entre un ámbito y otro, señala una gran diferencia que nota: “Pensar en el espacio y en el diseño escenográfico tres meses antes; algo que en el independiente va apareciendo a medida que vas ensayando. Para mí eso fue un choque fuerte, que se da en el oficial y también pasa en el comercial”. Asimismo agrega que ha tenido la suerte de poder trabajar en ambos circuitos con los mismos colaborados, entre ellos Oria Puppo (en escenografía y vestuario) y Jorge Pastorino (en la iluminación).
Una cuestión de actitud
“Yo no sabría hacer algo comercial o algo anti-comercial. Trato de contar una historia y de hacer teatro”, dice Daulte y agrega: “Creo que hay mucho prejuicio, como que en el teatro comercial se pierde algo, estilo, personalidad… No estoy de acuerdo. Aunque, si querés, lo podés perder. También es una responsabilidad. Si a vos te llaman del teatro comercial o de la televisión y uno ha criticado esos lugares, es una responsabilidad aceptar ocuparlos. Yo no me quedo con ninguno, me quedo con las experiencias. Cada uno es una experiencia diferente. Nunca quise ir al teatro comercial. Era un enemigo declarado. Pasaba por el Paseo La Plaza y me cruzaba de vereda, y me reía de eso. Fue vencer prejuicios. Y de verdad, me jacto de decirlo, siempre que me ofrecen un trabajo, me pregunto: ¿lo haría gratis? Si verifico que la intención sea hacerlo porque me interesa y no por la plata, lo hago. Y después si hay plata, bien, es bueno ganar lo más posible por cómo son las leyes del capitalismo hoy en día. Porque si es así, cuando ocurre de esta forma es la mejor manera de apropiarme de algo que fue por encargo. Y esto para mí es fundamental”.
Asimismo, Suardi destaca: “Algunos proyectos me dieron la seguridad económica suficiente como para permitirme otros tiempos para otras cosas”. Y por otro lado, dice: “Lo bueno del teatro independiente es que al tener más tiempo para los ensayos, hay algo que se va decantando con el correr del tiempo”. En definitiva, cuestión de tiempos y de condiciones, que a la larga más que condicionamientos resultan agradecimientos. Por eso agrega: “Con Arturo y Selva tengo una gran amistad y agradezco eso. Tengo el recuerdo de Selva de los ciclos de Doria, de Situación Límite, por ejemplo. Cuando la llamé a Ana María Picchio para dirigirla en El pan de la locura, le tuve que decir lo feliz que hubiese estado mi papá que estaba profundamente enamorado de ella con La tregua. Como anécdota te cuento que la presencia de Elena Tasisto en Los derechos de la salud fue un condicionamiento de Kive Staiff. Hoy ese condicionamiento lo agradezco. A veces el teatro comercial se está asociando a algo muchísimo más televisivo, pero no me ha tocado pasar por eso. Dentro del teatro comercial hay distintas líneas, donde no necesariamente se construya algo a partir de un actor de la tele”.
Por su parte, Muscari recuerda: “Hace unos años, cuando estaba por estrenar algo comercial −donde todo es realmente un caos a veces, pues hay gente que trabaja contra reloj y por orden de prioridad inmediata (cosa que detesto)− siempre caía en el mismo miedo. Juntaba a mi equipo después de mi primer ensayo general, mi asistente, el productor de turno, etc., etc., y me entraba la duda y decía: ¿esto cómo lo arreglo? Siempre tenía la clara sensación de que algo debía arreglar. Por suerte el trabajo, la vida, la edad, la experiencia me fueron mostrando que las cosas son y uno no las arregla, aunque crea que sí. Se modifican, se transforman...Ya estoy más feliz en mis primeros ensayos generales, sabiendo que todo, todo, pasa y que además, se va a arreglar”.
En relación a la vuelta al teatro off, Luciano Suardi, quien está actuando en una obra en el teatro Defensores de Bravard, cuenta: “Podríamos decir que más que hablar de pasaje o de trascender a otro lugar de mayor brillo y popularidad, el pasaje del off al on implica hablar de circunstancias dadas. Sin embargo, hay mucha gente que piensa que alguien en un circuito ya no puede volver al otro y enjuicia despectivamente, se trate de uno u otro sector, con comentarios de este estilo: alguien me dijo una vez ‘¡qué bueno que sigas haciendo esto!’. ¿Y quién pensó que iba a dejar de hacer esto? Me sorprendió el comentario, porque habla de que hay gente que piensa así, que si ya trabajaste en un circuito no vas a volver al otro”. También Daulte entiende que hay gente que piensa así: “Cuando se hizo Criminal en el Payró, hace muchísimos años, vino alguien a camarines entusiasmadísimo que me dijo: ‘esta obra, con cuatro actores famosos, es el éxito del verano…’. Me quería decir que mi obra podía ser comercial”.
Y sobre esta diferencia, Daulte también opina: “A veces en el teatro alternativo hay tanto de deseo de éxito, que no es independiente por eso, porque se está haciendo para triunfar…Vemos muchas cosas de esas, quiero, quiero, imponer. A mí no me interesa eso. Todos queremos que nos vaya bien. Pero qué está de moda, qué no está de moda, todo eso es especulación…Es una época muy feroz, en ese sentido”.
Conclusión: dejemos afuera los prejuicios, y si podemos pagar la entrada, vayamos a ver a estos directores en otros ámbitos. Porque, si es como dicen, no será muy diferente su labor (y en esto somos estrictos, no nos referimos al producto logrado, sino a la capacidad de afrontar un material en otro ámbito, con otras reglas y otros propósitos). Entonces, si se trata de una variación de medios de producción empleados (llámese actores, sala, prensa y difusión, escenografía, etc.) la cosa sería pensar de manera teatral y brechtiana: cada uno según las circunstancias actúa como puede. Mientras tanto, sin dejar de ser auténticos a su esencia y jugando con nuevas posibilidades para resolver una escena, sus mochilas de experiencias aumentan… En definitiva, todo esto nos ha servido para comprender que sea donde sea, el teatrista de alma defiende su labor, y que si hay que “pasar de la cama al living”, se hace, pero con el mismo pijama/camisón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario