domingo, 4 de abril de 2010

Teatros públicos

Un documento producido en el marco del coloquio sobre Teatros Públicos, en el VII FIBA:

El objetivo fundamental de este encuentro, coordinado por Guillermo Heras, es plantear diferentes estrategias de colaboración, relaciones e intercambios en el área específica de las actividades llevadas a cabo por Centros de Producción Escénica Públicos, sean estos en el ámbito local, regional, autonómico, provincial, estatal o transnacional.

1- El funcionamiento de nuestros teatros públicos tiene diversos aspectos que nos proponemos destacar a fin de clarificar algunos de sus objetivos. En primer lugar debemos recordar que estas salas pertenecen a los distintos estados nacionales, provinciales o municipales. Desde esta óptica comprenderemos que todas las políticas que se implementen serán de carácter público. Este detalle, que puede ser tomado como una obviedad, en realidad es el principal factor de confusión a la hora de aplicar conceptos o verter opiniones referidas al concreto funcionamiento de estos espacios culturales.
Las gestiones culturales difieren ampliamente cuando atañen al orden público de aquellas que se desarrollan en el orden privado. Tanto es así que hasta se podría decir que son antagónicas. Básicamente la gestión cultural privada apunta a la exclusividad, mientras que la pública, a la inclusividad. Así tenemos, y esto vale la pena resaltar para quienes usan esta palabra con demasiada frecuencia, que absolutamente todas las políticas públicas fueron y deberán ser inclusivas.
Sin embargo podemos decir que en el imaginario colectivo prevalecen ampliamente las herramientas utilizadas desde el ámbito privado. Los consumidores de bienes culturales estamos expuestos permanentemente a herramientas propias del consumo y, por lo tanto, a la lógica empleada en el manejo de los bienes culturales por estos agentes, una lógica que se ajusta a las leyes del libre mercado de los productos culturales.
La exclusividad desde la gestión privada persigue el rescate exclusivo de todos aquellos productos que pueden sobrevivir como mercancía, dentro de la atiborrada oferta de la industria cultural, descartando aquellos que no encuentran un lugar en esta categoría comercial.
Por otra parte, la inclusividad a la que hace referencia la gestión pública no se refiere a un recorte o segmento fragmentario de la comunidad –sea este del estrato social que sea– sino que es mucho más arduo aún, ya que debe atender no sólo a los públicos de los que se ocupa exclusivamente la actividad privada, sino también a aquellos públicos que no son contemplados potencialmente por el mercado. Si a esto le sumamos el carácter formativo-educativo propio de la función que le compete al Estado, se presenta un panorama de mayor complejidad, pero no así de imposible comprensión.
El concepto de inclusividad ha sido objeto de múltiples usos, y en muchos casos de manipulaciones con resultados demagógicos. Pretender que estratos sociales históricamente marginados pasaran a consumir bienes culturales –como por ejemplo espectáculos teatrales– por la simple programación de espectáculos gratuitos en nuestras salas, es desconocer la evolución de los públicos en las últimas décadas. La inclusividad es una tarea que demanda esfuerzos superiores, de múltiples áreas, y por lo tanto es también mucho más costosa en términos económicos.
En los últimos años hemos podido ver cómo muchos gestores culturales puestos a funcionar en el ámbito público de nuestro medio, aplicaron en realidad conceptos de la gestión privada, dando prioridad a aspectos propios –y en algunos casos hasta personales– de esa actividad, descuidando no sólo el patrimonio cultural del estado sino a los mismos públicos a los que la gestión estatal debe apuntar y fortalecer. Esclarecer los objetivos de la gestión pública y unificar criterios básicos en la aplicación de esta tarea, agilizará en el futuro los procesos de la gestión cultural.
En los teatros públicos, la política cultural estará reflejada fundamentalmente en lo concerniente a su programación. Si atendemos la premisa de inclusividad a la que nos referimos previamente, veremos que esta programación no deberá responder forzosamente a aquellos espectáculos o eventos que conciten la mayoritaria atención de los públicos o de los medios cuya formación e instrucción cultural reportan mayores vertientes en la opinión pública. Su verdadero valor radica en el sostenimiento en el tiempo de este trabajo –a pesar de no contar con el reconocimiento masivo– en sectores sociales cuya opinión no suele contar con la atención de aquellos canales de comunicación.
La programación de salas públicas pensadas “para todos” tendrá entonces múltiples adhesiones, pero también múltiples rechazos toda vez que el público que no se sienta convocado en una fecha determinada sienta que sus gustos artísticos o preferencias culturales están siendo excluidas en esa fecha determinada.
Manejar la mayor ecuanimidad posible, en esas condiciones, tiene sus contratiempos. No obstante, la convicción en las políticas aplicadas, en la persecución del mayor desarrollo de las producciones artísticas, de la contemplación de la mayor cantidad de públicos diferentes, en definitiva, la convicción en propiciar todas las herramientas posibles para reactivar y multiplicar la actividad escénica en general, es la única posibilidad de apostar a un mayor enriquecimiento del patrimonio artístico cultural en nuestro medio.

2- Uno de los objetivos surgidos en el presente encuentro es plantear diferentes estrategias de colaboración, relaciones e intercambios en el área específica de las actividades llevadas a cabo por centros de producción escénica públicos, sean estos en el ámbito local, regional, autónomo, provincial, estatal o transnacional.
Encontrar formas de colaboración para el futuro en la que junto a cuestiones tan necesarias –como posibles coproducciones– permitan abrir campos de intervención a posibles establecimientos de redes de distribución compartidas de los propios espectáculos producidos por los centros. Desarrollo de talleres y seminarios entre gestores, técnicos y artistas de los diferentes teatros en los que se analizarán y estudiarán problemáticas comunes, residencias artísticas y técnicas, posibles publicaciones, para recoger desde las programaciones habituales de los teatros los temas relacionados con los retos de la escena del siglo XXI, campañas de promoción comunes o el intercambio de información sobre políticas de captación y formación de espectadores.
Manifestamos entonces el firme propósito de iniciar la conformación de una red de teatros públicos que apunte a la consecución de estos y otros objetivos.
Muchas gracias.

Pedro F. Agost
Director Nuevo Teatro Víctor María Cáceres
Secretaría de Cultura
Provincia de La Rioja

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