Arte por mercancías. ¿Qué pasó con los espectáculos callejeros?
Por Diego Altabás
Durante los 90 hubo un grupo de artistas que tomó el espacio público con espectáculos a la gorra capaces de juntar a más de 300 personas por función cada fin de semana. Esta pequeña gran explosión con olor a circo tuvo su epicentro en Plaza Francia, que desbordaba de propuestas novedosas bien diferenciadas durante todo el año. Entre artesanos, pochocleros y cantantes a lo Silvio Rodríguez aparecían el payaso Chacovachi amedrentando nenitos, Los Malabaristas del Apokalipsis revoleando antorchas punkies, Tulio flotando en una alfombra mágica, Cirko Marisko a pura música y humor o El Saltador Anónimo con su avalancha verborrágica. Eran tiempos en los que no había malabaristas en los semáforos, recién nacían las convenciones de circo y todavía no existían muchas escuelas (salvo la del Circo Criollo). Con el fin de la década menemista y el accidentado comienzo del siglo XXI se produjo un movimiento inverso en la tendencia que esta generación había inaugurado; las escuelas y talleres de técnicas circenses aparecieron como hongos, las convenciones continuaron creciendo en convocatoria, las creaciones del llamado nuevo circo accedieron a las salas, surgió una revista especializada y una marca local de elementos para profesionales, la carrera de circo alcanzó el grado universitario, los malabaristas coparon esquinas, varietés, eventos corporativos, fiestas sociales y la mismísima televisión.
¿Pero qué pasó en las plazas en los últimos años? ¿A dónde fueron estos artistas callejeros y cirqueros? ¿Por qué hoy ante semejante auge de estas disciplinas no se encuentran espectáculos creativos tomando el espacio público? ¿Por qué las nuevas generaciones no piensan, preparan y estrenan pensando en la calle? Veamos qué opinan algunos de los referentes de aquella época que prendieron la mecha, pero vieron el estallido desde Europa.
EL ANTICIRCO
Los Malabaristas del Apokalipsis fueron la punta de un iceberg que chocó contra la abulia y la intrascendencia generalizada en lo que a espectáculos callejeros respecta. Dueños de una estética y un humor corrosivo único, tenían seguidores que llenaban la plaza y una peña de colegas artistas con los que vivían en comunidad en una casona de Tigre conocida como el Forte Garrizone. Uno de los tantos nacimientos de las entrañas del Forte fue el Circo Sandrini Resucita. Su manifiesto proclamaba: “El viejo circo no puede fagocitar la mutación del hijo bobo nuevo circo y menos la de su hijo drogadicto anticirco. El viejo artista de circo vivía en su pequeña cajita de conejo y luego..., ¡a producir riesgo! El nuevo artista del nuevo circo tiene su caja de conejo con TV y aire acondicionado, mientras en las boleterías se vende su gran aporte al mundo del circo: ‘las remeras marca Cirque du Soleil’. El anticirco plantea nuevas formas de relación con el público y entre los artistas, como un despertador de conciencias, una amplificación del campo subjetivo a toda escala posible”. Mauri Kuckbard, integrante apokalíptico, humorista border y alma mater de esta movida, aporta su mirada desde México, lugar donde reside hace varios años: “Primero es importante señalar el marco en que se dio la explosión noventista de artistas de calle: la masacre neoliberal que tomó a Argentina por laboratorio de pruebas. Frente a ese panorama la calle fue una estrategia de supervivencia para muchísimos jóvenes que fueron expulsados del mercado laboral. Mi trabajo y el de los Apokalipsis no puede pensarse fuera de este vector que nos determinó a todos”. Junto a sus compañeros siempre buscó desesperadamente jerarquizar la escena de calle, para dejar de ser un fenómeno aislado y poder lograr como en Europa circuitos apoyados y financiados por el Estado. “El trabajo de jerarquizar la escena de calle debe darse en dos sentidos: por un lado los artistas exigiendo una mayor presencia del Estado y el compromiso de los municipios en la protección y difusión de esta actividad, y por el otro, el Estado respondiendo a estas demandas, que no son sólo de los artistas, sino también del público, que obviamente acogen estos espectáculos como propios porque vienen a llenar un agujero que el Estado deja vacío”, señala el creador de infinidad de personajes y animador de decenas de varietés del under porteño.
Hoy la realidad muestra un escenario que parecería en apariencia más beneficioso para el desembarco de las nuevas generaciones en el espacio público. El circo o nuevo circo está de moda, cada vez es mayor el circuito de lugares ligados al género y las grandes marcas mueren por ser parte de las visitas internacionales, que tienen al Soleil como único referente. Pero, ¿qué pasa con las camadas actuales? “Mi impresión es que no se trabaja durante el año y se continúa con la truchada de juntarse unos días antes para ver ‘qué hacemos’. El producto que se obtiene de esta actitud es de cuarta categoría y por suerte no trasciende, queda acotado simplemente a una estrategia de supervivencia. Trascender ya es obra de un trabajo de reflexión más continua y persistente”, sostiene Kuckbard y le lanza la clava de la respuesta a Riki Ra, segunda pata de los Apokalipsis, que parece ser uno de los pocos que mantiene la militancia callejera: “No creo que las plazas estén vacías, están llenas de artesanos y revendedores que avanzan cada vez más sobre los espacios donde se trabaja, por lo menos eso es lo que pasa en la plaza de San Isidro. La feria paralela, con afán de lograr colocar unos puestos más los pone sobre lo que es el escenario. Si bien ya no es la plaza mi principal ingreso, me sigue divirtiendo ir y explorar”.
DOBLE VIDA
El grupo Xiclo fue junto con al payaso Chacovachi una de las primeras compañías que encararon la vida de la doble temporada, en la que realizaban el circuito de festivales europeos de teatro calle durante seis meses, para luego volver al país a montar el espectáculo de verano en algún centro turístico. Esta tendencia fue adoptada por decenas de artistas, que con el correr de los años participaron de los principales festivales del viejo continente con muy poco kilometraje recorrido en el ámbito callejero local. Sebastián Guz, del Circo Ciclo, aporta una reflexión sobre su experiencia, que parece haber repetido parte de los artistas que iniciaron esta movida: “Creo que Xiclo siempre buscó el crecimiento artístico en los proyectos, por eso los pasos iban hacia la profesionalización como compañía. Actuar en la calle nos dio pie a soñar con el teatro y éste nos ayudó a soñar con la carpa. Las ganas de trabajar y la amistad hicieron el resto. Yo elijo la calle como principal recurso, pero también me llena la sala y la carpa”. La triste verdad indica que la falta de reconocimiento y apoyo institucional, sumado al desbarajuste social y económico que vivió nuestro país en los últimos años, junto al tentador mercado internacional siempre abierto a los talentos extranjeros, hicieron que las dinámicas de trabajo de los artistas estuvieran puestas principalmente en el exterior. Germán de Souza, cofundador junto a Kuckbard de la revista de circo, culturas urbanas y nuevas tendencias escénicas ¡Newton las Pelotas! (www.newtonlaspelotas.net), piensa al respecto: “Argentina logrará tener un buen nivel, pero será un circo ‘for export’, ya que no está preparada aún para brindar el sostén que necesita este género como cultura de un país. Los artistas de circo argentinos seguirán siendo aplaudidos en pistas internacionales mientras no los incluyan en las programaciones de festivales locales”. Siguiendo con esta línea aparece Tomate, reconocido manipulador de globos y payaso ácido, que transitó la carpa del Circo Xiclo. El Hombre Globo suma su punto de vista: “Cuando viajás y te empiezan a pagar un montón y a tratarte como una estrella, elegís quedarte. Acá tenés que pedir por favor que te programen. En China me presentan como el retorcedor de globos más importante del mundo. Yo no me la quiero creer, pero cómo puede ser que nadie sea profeta en su tierra”. Para completar el cuadro asegura: “He visto un festival europeo con catorce espectáculos, donde doce eran argentinos”, para luego confesar que hace unas semanas fue a realizar una función en Belgrano por la nostalgia nomás y la guarda-plaza le mandó la policía para cortar el show.
Otro actor curtido frente a la entrada del Centro Cultural Recoleta es Marcelo Ferrari, que con El Saltador Anónimo entretuvo al público por muchos años en esa primera época. Ferrari, también conocido en las convenciones y varietés como Carlos Pulenta, piensa que hoy en día las plazas macristas no son una posibilidad para elegir: “Hay menos voluntad de mostrar en espacios públicos ya que éstos actualmente están violentados y no hay protección como antes, porque la calle está más pesada que una década atrás. Además el Estado no incentiva ni da mucho apoyo para estas propuestas”.
POLO CIRCO
Este invierno el Ministerio de Cultura de la Ciudad salió al ruedo con el Festival de Circo de Buenos Aires, para el lanzamiento del llamado Polo Circo, un programa dedicado al género que quedará estable con carpas y actividades todo el año. La iniciativa tuvo una presencia internacional casi exclusiva de producciones francesas ligadas a las nuevas investigaciones, con algunos puntuales aportes locales. El comentario generalizado dentro del ambiente era la llamativa ausencia de todo el abanico de artistas, estéticas, escuelas y propuestas que vienen girando la rueda hace quince años. Riki Ra fue uno de los únicos programados de las camadas pioneras junto a su actual grupo Clowndestino. El ex Apokalipsis dispara: “La creación del Polo Circo aprovechó y se subió a una movida que ya estaba funcionando. Además fue acaparada por los mismos organizadores, quienes dieron privilegio a sus mediocres producciones en lugar de convocar a los principales referentes”.
“El espectáculo de calle promueve unos valores que están muy lejos de lo que les interesa a los peces gordos de la cultura. Ya se ve claramente con ese festival de circo que organizó Macri. De las compañías extranjeras casi todas fueron francesas, lo que significa que el impulso de este festival lo estaba dando el consulado francés seguramente. Y ahora se hacen anchos cuando desde hace muchos años hay propuestas por parte de los mismos artistas de hacer algo similar con el apoyo de la estructura del gobierno, y siempre se han recibido negativas”, arremete De Souza que vive en Barcelona desde hace siete años y conoce a la perfección a todos dentro de este mundillo. Luego comenta algo muy llamativo de lo que está pasando en España, donde el circuito de teatro callejero es una gran industria: “Los grupos crean espectáculos pensando en que encajen en las programaciones anuales de los festivales. Crean para vender. Los festivales de espectáculos de calle existen porque antes existieron los espectáculos de calle. Pero ahora pareciera ser que es al revés, los espectáculos existen porque existen los festivales. La diferencia que encuentro entre lo que sucede en Argentina y lo que pasa en Europa es que acá por, ejemplo, nadie comienza un proyecto sin dinero, o sin la seguridad de que va a tener cierto apoyo, ya sea por medio de una ayuda, subvención o alguna contratación. En cambio en Argentina, los proyectos se paren más desde la necesidad de expresar y se encaran bajo cualquier circunstancia, contra viento y marea”.
Evidentemente no existe una única respuesta que devele el porqué del vaciamiento de las propuestas de entretenimiento callejero, pero sí quedaron claros algunos puntos significativos. La camada de los noventa, la que le dio cuerda por primera vez al boom circense, evolucionó sin apoyo gubernamental, y ante la inestabilidad económica del país buscó otros horizontes para crecer como artistas y sobrevivir como ciudadanos. La mayoría eligió un transcurrir gitano, sin residencia estable o bien directamente estableciéndose en otros destinos, donde el trabajo fuera realmente reconocido. Aquellos que los siguieron tomaron el mismo camino, pero eligiendo el atajo de sortear la experiencia callejera local, ya que la falta de respaldo oficial continuó, las condiciones financieras empeoraron, y el espacio público se volvió más hostil. Hoy en día con la mayoría de las plazas enrejadas, con guardianes capaces de levantar funciones, con una infinidad de feriantes y vendedores ambulantes copando cada centímetro cuadrado, es lógico que el arte de calle no seduzca ni sea una opción para aquellos que empiezan o mismo para los ya consagrados. Como siempre ante una situación que tiene fuerte responsabilidad política, los que terminan perjudicados son los espectadores, esos que en una época podían elegir ver buenos espectáculos mientras caminaban libremente una tarde soleada de domingo.
domingo, 4 de abril de 2010
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1 comentario:
Si el burgues riki ra es la segunda pata de los malabaristas del apokalipsis....me muero de risa...
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