domingo, 4 de abril de 2010

2 preguntas, 11 creadores

Producción: E. Scher, M. L. González, N. Laube y A. Durán

1) ¿Tenés la necesidad de que en tu obra aparezca de manera directa, indirecta, metafórica, simbólica, alegórica, abstracta, etc., una visión sociopolítica del mundo? ¿Sí, no, por qué?
2) ¿Te parece relevante, hoy por hoy, que un artista tenga una visión sociopolítica del mundo? ¿Sí, no, por qué?

Andrés Binetti
1) Sí, trato que mis obras se inscriban dentro de una visión sociopolítica del mundo. De todas formas, creo que todas las obras artísticas dan cuenta de su contexto de alguna manera. Se me ocurre muy extraño pensar en obras “en abstracto”. Creo que, como toda construcción simbólica, el teatro da cuenta del mundo. Pienso que el problema que se presenta en esta instancia (por lo menos para mí) es el del grado de intencionalidad que uno le otorga –o cree otorgarle– a la obra. La lucha en esta instancia es con no ponerse didáctico. El mayor riesgo es ponerse en un lugar pedagógico y pretender que la obra genere una instancia educativa. En este sentido siempre la idea con la que trabajo es la de generar más preguntas que respuestas. Entiendo que es una forma de exponerse mucho más interesante producir un teatro que indague que un teatro que pretenda aportar soluciones a problemas tan complejos e inasibles como el funcionamiento del mundo.
2) Sí, más que relevarte me parece que es inevitable que un artista que esté produciendo obra dé cuenta de una visión sociopolítica del mundo. En este sentido entiendo que las condiciones de producción del teatro independiente son ya una instancia de indagación poética del mundo; me parece que el teatro ocupa un lugar muy importante, puesto que es un espacio que resiste distintas formas de indagación de mundo de manera activa; tengo cada vez mas la sensación de que es importante poner el cuerpo, crear formas en las que el cuerpo está presente y expuesto. Desde esta óptica entiendo que las posibilidades del teatro en términos de visión sociopolítica del mundo se están volviendo muy amplias e interesantes.

Guillermo Cacacce
1) Tengo, desde mi vínculo con lo sociopolítico, la imperiosa necesidad de que se viva de otro modo… ¡Uf, suena romántico! Luego, si mi obra no opera en función de esa necesidad algo de mi compromiso con esta necesidad tendré que revisar. Concibo a lo político, entre otras cosas, como un estado de percepción que insatisfecho con lo que percibe tiende a producir alguna transformación. Allí arriesga, no importa si lo logra o no. Entonces, se me torna imprescindible un estado de conexión con la realidad que evite cualquier tipo de naturalización de las tensiones sociales e individuales con las que uno convive. Trabajo para que lo sensible me impulse todo el tiempo a una acción que tenga la capacidad de movilizar algo en los cuerpos, el tiempo y el espacio. Ésa es mi militancia real..., la que puedo...
2) No me importa que un artista tenga una “visión sociopolítica del mundo” si la obra que hace traiciona en sus procedimientos aquello de lo que habla. Hay algo muy banal y consiste en creer que “hablar de” (el hambre, la violencia, la prostitución, la diversidad, etc.) es arriesgar una posición política… Incluso, a veces, el artista en los comentarios de prensa hace alarde de posicionamientos que cuesta leer en su producción. Desde lo eminentemente teatral yo creo que una obra que no tiene la capacidad de conmover sin golpes bajos a quienes la hacen o a quienes la ven; o bien, una obra que es funcional a reproducir las variables de lo mercantil en el arte, tiene una peligrosa –si inconsciente–, o cínica –si consciente– visión sociopolítica del mundo. Tenemos que hacernos cargo de crear una ética que trabaje para desarrollar y articular una relación entre saber y poder que produzca desde allí su correlato estético.

Juan Pablo Gómez
1) No podría decir que tengo la “necesidad” de que mi visión sociopolítica del mundo o de la realidad aparezca de manera más o menos explícita (la metáfora, la alegoría también son formas de la explicitación artística) en las obras que escribo o dirijo. No creo ser original en esto, sino más bien soy arrastrado junto a todo un espíritu de época anti-contenidista. Creo que la forma material del teatro constituye en sí misma un discurso sobre lo político: dónde hago una obra, qué tipo de situación espectatorial propongo, qué recursos utilizo, cómo se construye la trama de la obra y sobre todo, a quién o qué apelan los actores. El hecho teatral mismo, en el acto de concentración que conlleva, se mueve a contrapelo del consumo disperso que proponen otros soportes (sean éstos revistas, vidrieras o televisión). Claro que esto es sólo un punto de partida. Habrá que ver luego qué se hace con ese estado de concentración y atención que el soporte teatral es capaz de generar.
2) La importancia de autogenerarse una visión del mundo en sus aspectos políticos, no corre sólo para los artistas sino para todos, creo yo. Es el “cómo” se vehiculiza y se plasma esta visión en los discursos lo que cambia con el tiempo. El viejo Teatro Abierto no es “más político” porque enuncie en el cuerpo mismo de sus textos o parlamentos su visión sobre la realidad, sino porque produce una inserción política en su contexto y en su época. La forma de ese discurso es lo que se anquilosa y debe mutar para poder seguir produciendo esa urticaria que es la verdadera maniobra política. (Por supuesto, el teatro de Nito Artaza también es político por partida doble: porque su contenido y chistes lo son y porque en su forma y el espectador que moldea cimenta el statu quo de consumos culturales).
No hay forma de horadar, aunque sea un cachito, la red del discurso social si no se la objetiva y sopesa aunque sea en alguno de sus aspectos: la influencia del poder en nuestras ideas, nuestras pautas relacionales (el teatro actual habla bastante de esto), qué es lo serio y respetable y qué lo risible en nuestra sociedad.

Marcelo Savignone
1) En mis obras me resulta sumamente importante la opinión sociopolítica del mundo, no obstante siempre me propongo las formas metafóricas e indirectas para hablar de nuestro presente.
Mis creaciones comienzan con un deseo de profundizar un tema por ejemplo el suicidio en el caso de Suerte, pero poco a poco en la medida que me voy adentrando en el trabajo me voy dando cuenta de lo que realmente quiero contar, por ejemplo en Suerte: la tendencia a la soledad, el desamparo del mundo de hoy, la necesidad de existir por los otros, lo efímero de nuestro paso por esta vida, el aferrarse a cosas sin sentido, entre otras cosas.
2) Me cuesta mucho pensar un arte sin opinión, creo que como artistas brindamos diferentes formas de ver el mundo y en ese reside nuestra función. Somos seres que entrenamos nuestra sensibilidad y podemos aplicarla a un escenario o a una tela. Creo que ningún artista puede dejar de hablar de lo que le pasa a pesar de que no se lo proponga, su arte existe y va a existir por el mundo que lo rodea.

Martín Flores Cárdenas
1) Supongo que no. Tengo necesidad de expresar mis inquietudes, que por lo general terminan teniendo que ver con aspectos esenciales del individuo. Pero no podría decir que la sociedad está ausente, ya que los personajes padecen a la sociedad. Me fijo en personajes en los que la sociedad no está interesada. Cada país tiene sus traumas. Cada época, cada lugar tiene sus asuntos y creo que la necesidad y la forma de hablar de ellos debería surgir de los intereses y la búsqueda de cada director, cada autor.
2) Me parece relevante que el artista sea consciente de su visión, porque tenerla siempre la tiene. Incluso cuando la niega. Pero tenerla no hace a su teatro más interesante o “mejor”. No lo hace funcionar, siquiera. Dependerá de la forma en que se manifieste su visión, supongo, dependerá de su “arte”.

Ignacio Apolo
1) El modo en que aparece la visión sociopolítica tiene que ver, por un lado, con lo íntimo, lo personal del acto creativo que gesta la obra pero, por el otro, con la operación política (consciente, si la hay) con que la concebimos y la llevamos adelante. Rosa Mística es, entre todas mis obras, la que más directamente “opera” sobre la visión que nuestro teatro suele ofrecer sobre el mundo que presenta y representa, porque se propone un quiebre: establecer una diferencia. En Rosa Mística me propuse ciertamente la inclusión en el campo de lo representable de los excluidos (el cartonero, el pibito de la villa). Y también hice una apuesta estética y política al poetizar las susurrantes voces ideológicas de lo más retrógrado y tradicional de nuestro país (y de nosotros mismos, quizás).
2) Sí, claro que me parece relevante. No tanto en las obras –en el sentido de exposición (didáctica, alegórica, lo que fuera)– de una visión sociopolítica, puesto que eso puede aparecer de diversas formas, o puede no estar y señalar asimismo, políticamente, la falta; pero sí considero relevante que el artista tenga una visión. Creo que mientras que en los 90, por razones de corte con la generación de los setenta, sonaba ingenuo que un artista expusiera su visión sociopolítica del mundo, en esta tremenda Argentina del bicentenario (bicentenario de qué y cómo, por lo demás) no tener una visión sociopolítica es ingenuo, infantil o, directamente, jodido.

Maruja Bustamante
1) Creo que la visión sociopolítica aparece en todas las obras pero quizás algunas no se hagan cargo de ello. Las elecciones siempre son políticas y no estoy intentando zafar de la pregunta. Desde los diferentes roles (autora, actriz o directora) no puedo dejar pasar del largo mis opiniones y menos mis opiniones con respecto a la “realidad” (o recorte de realidad). Sea de la forma que sea. A mí me conmueve la masa y no estoy haciendo una declaración peronista: me conmueve la masa en su sentido más amplio. Todo lo que es y hace bulto. No sé si fue por los caminos que me tocaron pero me forme como actriz leyendo y diciendo poesía y creo que aunque parezca tirado de los pelos no lo es tanto. ¿Quienes mejores que algunos poetas para hablar del mundo que los rodea? Hablando mal y pronto: no puedo dejar de tirar palos. Palos escondidos, o no tanto, entre algunas morisquetas (a veces me excedo de chistes y no se proyecta la queja..., uno realiza, no fabrica, y por ende “falla”). Casi diría que soy el cuadro perfecto de “resentida con toques de color” y eso me hace creer en la necesidad de liberar mis humos dentro de una producción comprometida con una visión sociopolítico del mundo.
2) Me parece relevante tener en cuenta al otro. Por ejemplo, en lo que me compete, al espectador. Y también pienso lo contrario. Me encuentro en un momento en el que todo el tiempo me resuena la siguiente campana: estás a principio de siglo con 30 años, medios de producción paupérrimos y posibilidades económicas peores. Entonces toda decisión me parece controversial, valga la exageración. Me gustan esos cuchicheos que andan por ahí del tipo “hay que meter a la gente en las salas”, y creo que una de las formas es comprometerse con esa gente de alguna forma. No soy ingenua, el teatro tiene el alcance de un bebé que no camina comparado a los grandes medios. ¿El teatro debería ser la alternativa comunicacional? Ja. Definitivamente el teatro denuncia, exhibe, reclama e incomoda con el solo hecho de ser eso que es. A veces me da lástima: nosotros los teatristas, todos ahí rejuntados en un hall o volanteando o trabajando cuidando señoras de noche. Somos poquitos y hacemos una artesanía en forma de ficción escénica. Somos el ultimo orejón del tarro. ¿Por que mirar hacia nuestro ombligo?

Marcelo Minnino
1) Me interesa el trabajo teatral que, con un grupo de personas, nos posibilite plantearnos aquellas preguntas o necesidades personales donde intentemos encontrar una respuesta o cotejar las diferentes opiniones. Como resultado de ese trabajo, siendo sincero con el material y con nosotros, es una consecuencia natural que se exprese una visión sociopolítica en la obra. Una visión que puede ser no acabada incluso, pero que nos aliente a seguir creciendo, a seguir indagando.
2) Me entusiasma la idea de descubrir un artista o un material donde puedo reconocer una mirada. Un hacer para modificar un algo. Creo que tenemos una visión sociopolítica de todo lo que hacemos, aun sin darnos cuenta. No preguntarse también es una decisión y prefiero no elegirla. Intentar abrir esos canales de comunicación con el otro, cotejar mi mirada con la otra, encontrar nuestro camino, es intentar reconocernos en un mundo. Y ya conocemos el dicho de quién pintó su aldea.

Santiago Loza
1) Es más que una necesidad, es una especie de obligación que así sea. La mirada sobre el mundo está en el pulso de la escritura, en la construcción rigurosa de una ficción, en escapar a la tentación de lo frívolo. En dolerse por el mundo. Pero no creo en bajar una línea, en impartir una doctrina, no es el rol del teatro ni del cine. Está en la construcción de una poética personal en relación con los otros, como respuesta, como reacción vital. Intentar que cada obra sea crucial en uno, como una descarga para seguir, para respirar. En dejarse conmover, perderse. En no hacer cosas para agradar, divertir, distraer. No puedo entenderlo de otra forma. También en aceptar la inutilidad de la obra.
2) Creo que todos tienen una posición política, aun los que dicen que no la tienen. Los que intentan no manchar sus discursos. Esos discursos blancos son políticos. Responden a intereses políticos. Aun cuando el que lo genera no lo sepa. Tal vez sea mejor tener conciencia de la propia ideología. Me interesa el compromiso personal y social. Pero también creo que si una persona tiene un compromiso político tan grande, no debería dedicarse al teatro. No creo que una obra cambie nada. Puede ser un espacio de resistencia individual, pero no modifica estructuras sociales, más bien las mantiene.
Me fui de tema y me repito: sí, creo que se deben plantar posiciones. No creo en lo relativo ni en la ingenuidad de una obra. Si hubiese posiciones más definidas, gente que se plante y enuncie, el movimiento sería mayor, tendría violencia, de la buena. No hay muchos espacios de confrontación, de discusión real. Y no me refiero sólo al teatro. Pero me siento un tanto pedante hablando así de cosas que se me manifiestan de un modo contradictorio y difuso en el hacer.

Lucía Panno
1) Si por incluir una visión sociopolítica del mundo nos referimos a los temas a tratar en una obra, es decir a “hablar” de cuestiones políticas, de determinada coyuntura, etc., no. No me surge eso como necesidad temática.
Pero sí siento la necesidad de poner en juego mi mirada del mundo en una obra. Lo que espero cuando escribo o cuando ensayo es que el proceso mismo transforme mi mirada sobre la realidad. En este mundo es muy fácil llenarse de ideas que no son propias. Hay slogans en los lugares menos pensados, aunque sean slogans progres. Supongo que a todos nos pasa, porque todos somos personas y todos vivimos en este mundo. Lo que quiero cuando escribo es que mi pensamiento surja de la experiencia de pensar, lo más verdaderamente posible, y encuentro belleza en eso.
2) Sí, me parece importante. Pero no creo que la obra tenga que ser el soporte de un mensaje que el artista ya pensó desde antes de crearla, porque para eso es mejor escribir discursos. Por otro lado, a veces veo obras que parecen estar trabajando solamente en perpetuar un estilo, en donde no hay reflexión, no hay transformación, y eso tampoco me interesa. Pero vuelvo a decir: no me parece que el eje esté en la necesidad de tratar ciertos temas, sino en que sean tratados con profundidad, que haya personas que ponen su mirada en juego ahí, con honestidad. Me gusta que ver una obra, leer, ir al cine, etc. sea una experiencia que me transforme, llevarme algo para seguir pensando. No me pasa muy seguido en el teatro, y cuando me pasa es maravilloso. Pero me pasa más seguido viendo el programa de Diego Capusotto, por dar un ejemplo.

Hernán Morán
1) Creo que no hay manera de que esto no suceda; es más, declararse en contra de lo “político” desde el teatro –y el arte– es una postura política y confusamente partidaria. Los mismos ingenuos “apolíticos” que se ufanan de estar al margen de todo son los que se convierten en fervientes opositores –de no se sabe bien qué– de un momento a otro.
2) Dado el gran vacío político, social y cultural que heredamos de la dictadura, la política y las políticas, siguen siendo algo a lo que cuesta acercarse y digerir. Los límites desdibujados, las alianzas express, la palabra de los dirigentes en constante detrimento, hacen que ese puente entre la política y la cultura sea una estación de subte más a la espera de ser terminada.

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