V Festival Internacional de Buenos Aires. Del 7 al 25 de Septiembre. Este año, las siguentes secciones: “Programación Internacional”, “Programación Nacional”, “Proyecto cruce”, “Presentados y programados por” y actividades especiales. Informes: www.festivaldeteatroba.com.ar
Por Edith Scher
Del 7 al 25 de septiembre se llevará a cabo el V Festival Internacional de Buenos Aires que abarca cuatro disciplinas: teatro, danza, música y artes visuales. En esta edición hubo dos líneas que guiaron la selección de los espectáculos internacionales. La primera tiene que ver con la relación entre el arte y las nuevas tecnologías. De ahí la elección de trabajos como Los ciegos, de Denise Marleau, en teatro; de Érection, de Pierre Rigal y Aurélien Bory, en danza; y de Display píxel 3, una performance de Vincent Epplay y Antoine Schmitt, o la Noche de cierre, en el caso de la música. Reforzando esta línea, se decidió que la apertura esté a cargo de Laurie Anderson, pionera en el uso de las nuevas tecnologías, en este caso con The end of the moon, “un espectáculo en el que ella ha pegado la vuelta. Sencillo, poético y muy bello”, según Graciela Casabé, directora del Festival.
La segunda línea tiene que ver con los autores emblemáticos y los directores contemporáneos. Por eso se invitó a Frank Castorf compañía Volksbühne am Rosa-Luxemburg Platz, de Berlín; a Declan Donnellan, a la cabeza de la Chekhov Internacional Theatre Festival, un espectáculo del Reino Unido y Rusia, y a Luk Perceval, con la Het Toneelhuis, la compañía de teatro más grande de Flandes. Los espectáculos serán sobre textos de Tennessee Williams, Shakespeare y Chejov, respectivamente.
El hecho de volcarse a estos ejes, a la hora de seleccionar espectáculos internacionales tiene sus motivos: “Creo que hay algo que está pasando en relación al uso de las nuevas tecnologías en el mundo y también aquí”, sostiene Casabé. “De hecho Night moth, un espectáculo checo, comparte programa con Tierra de Mandelbrot, que es de Edgardo Mercado, un artista argentino. Me parece que es interesante ver qué está pasando acá con el uso de este lenguaje y con las nuevas tecnologías como sujeto, no como estenografía”, afirma. “En cuanto a la otra línea de elección, creo que se trata de un segmento que en otros festivales no estaba puesto de esta manera. Es atractivo ver cómo funciona un Shakespeare en lenguaje muy contemporáneo.” En relación a los espectáculos nacionales, no rigieron para éstos las mismas líneas que para la elección de lo internacional. Se convocó a un comité de selección de cinco personas, que buceó en la temporada que abarcó desde abril de 2003 a abril de 2005; la búsqueda dio como resultado una programación muy heterogénea.
Otra apuesta del V Festival es el Proyecto Cruce, creado con la intención de fortalecer el entrecruzamiento de las diferentes disciplinas artísticas, que cada vez está más acentuado, y de plantear un proyecto para la ciudad que relacione las artes con el espacio urbano. “Lleva ese nombre, porque lo que hicimos fue trabajar sobre el ensamble de teatro, danza, música y artes visuales, cruzándolos en relación con la ciudad”, relata Casabé. “Así fue como empezamos a convocar artistas de estas cuatro vertientes y los impulsamos para que ellos, a su vez, armaran colectivos multidisciplinarios y presentaran proyectos de instalaciones o performances para el espacio urbano. De los treinta artistas convocados, veinticinco presentaron proyectos y el Festival seleccionó cuatro, cada uno de los cuales, sin planearlo, quedó en manos de un representante de estas disciplinas que alberga el Festival. Éstos son: Antiaéreos, con idea y dirección de Gabriel Valansi, que se presentará en Plaza de Mayo; La marea, que se desarrollará en el pasaje Rivarola, cuyo autor y director es Mariano Pensotti; Pizzurno pixelado, en el Palacio Pizzurno, con idea, coreografía, video y dirección de Margarita Bali, y Tertulia, con dirección y composición musical de Nicolás Varchausky, a realizarse en el cementerio de la Recoleta.”
El número cinco tal vez sea un buen motivo para mirar atrás y reflexionar. Al respecto la directora concluye: “Los cinco festivales te llevan a hacer un balance. Necesariamente se produce una reflexión, pero preferiría decirla cuando el Festival termine”.
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Decidí canción
Por Ale Cosín
Dramaturgia y dirección: Gustavo Tarrío. Con: Vicky Carzoglio, Valeria Lois, Renata Lozupone, Leandro Stivelman y Diego Velázquez. Club Mantis. Pringles 753. Sábado, 22 hs. Domingo, 20.30 hs. 10 pesos.
¡Ay!, ese policarbonato. Ese aparato reproductor de CD que permite el goce… No es la música en sí, o la canción como “objeto”, sino más: el soporte que individualiza, el medio. Un medio que sigue permitiendo el encuentro.
Cuatro jóvenes de una generación pos-posmoderna, ya demasiado acostumbrada a la máquina mediadora de la vida cotidiana, una generación que vive en la sociedad de la información ya asumida dentro del tercer entorno –el de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC)– nos presenta la melancolía del cuerpo pre-tecnológico. Y afirmo lo melancólico en vez de lo nostálgico, porque no buscan volver a ningún pasado perdido, sino que pretenden –desde una tristeza militante, a pesar de lo individual– conservar el sabor de la comunicación con su entorno a través de la música envasada para ser escuchada, una y otra vez; del producto de la industria cultural que los ha visto nacer, crecer, formar gustos. Es la excusa para opinar sobre convivencia, sobre política, sobre el consumo. Hoy.
No es ingenuo, nada está de más a pesar del tono aparentemente despreocupado, tristón, pero pleno de ternura. Una ternura que remite sólo a lo humano, que no es patético, que no es una burla de lo humano. La cercanía y la referencia con el público nos hacen cómplices todo el tiempo, imposible no conmoverse. Además el contexto: un boliche que no es, una entrada a un lugar clandestino, un barrio que mira azorado, en medio de tantas advertencias apocalípticas.
Me recuerdan demasiado a Baudrillard: “Cuando digo ‘el objeto’, me refiero a las apariencias, al mundo tal como es en su inmanencia. Éste tiene una tonalidad casi musical, melancólica, debida al hecho de que es ilusión, de que tiene sentido”. Y dan ganas de salir cantando y bailando.
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Hotel melancólico
Por Edith Scher
Dramaturgia y dirección: Mariela Asencio. Con: Maria Laura Kossoy, José Márquez, Silvia Oleksikiw, Federico Schneider y Yoko Onda. Viernes, 22 hs. Carbonera. Balcarce 998. 8 pesos.
El patio del Hotel melancólico recuerda, al principio levemente y luego casi con certeza, el ámbito de un conventillo. Soga con ropa, bicicleta colgada y baño compartido, contribuyen a crear esta impresión. Es más, Hotel melancólico tiene el patio como centro y se presenta de entrada como una suerte de sainete estilizado de nuestro tiempo. Es, tal vez, un conventillo devenido en pensión. Allí circulan varias historias simultáneas y viven personajes que mendigan amor. Allí hay amores que dan pena y todo está impregnado de soledad. No hay argumento. Sólo breves historias se entrelazan en el patio, espacio de cruce por excelencia: una mujer que habla exclusivamente en francés y que por ello exige al espectador agudizar su percepción (Maria Laura Kossoy); una pareja que exhibe tanto las niñerías del amor como la complacencia y la obediencia (Silvia Oleksikiw y Federico Schneider); un guapo que se revela homosexual (José Márquez); un músico en camiseta (Darío Lipovich ) y, lo más enrarecido, una mujer-perro (Leticia Torres), un ser que mendiga afecto y se comporta, se desplaza y emite los sonidos de un can, pero que, sin embargo, de pronto se yergue en dos piernas y evidencia su condición humana, aunque ante la necesidad, ante las agresiones de sus semejantes, retorna a sus cuatro patas y a su estridente ladrido.
Los contrastes, los cambios abruptos, las resoluciones inesperadas de las situaciones, generan una impronta humorística en el espectáculo, que está mezclada con la marca que le da su nombre: la melancolía. Ésta es la sensación que irradian esos seres de la gran ciudad, que no tienen otro remedio que juntar sus soledades y cantan juntos una guaraña paraguaya, que añora un tiempo mejor, un tiempo en el que había amor.
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Luz de mañana en un traje marrón
Por Mónica Berman
Texto: Daniel Veronese. Con: Celina Bermejo y Sebastián Raffa. Dirección: Osmar Nuñez. Corrientes Azul. Corrientes 5965. Domingo, 20 hs. 12 pesos.
Una espacio despojado, una cama inverosímil, un hombre que habla mientras una mujer come y calla. Los dos comparten el espacio físico pero no se construye entre ellos interacción verbal. La insistencia en postular otro destinatario que no sea ella, resalta su borramiento. El hombre (¿un director de teatro?) habla de reproducir una luz matinal, piensa en escenas, se plantea la existencia posible de una música, propone actitudes, gestos, imágenes y comparaciones. Con una impronta fuertemente descriptiva, su decir provoca expectativa de escenificación. Se espera en vano. La expectativa se frustra: si se menciona un camafeo, el camafeo estará ausente, si se plantea la pasión, ésta brillará por su ausencia. Las palabras y los actos se escinden. También lo hacen la mujer y el hombre, sus recorridos espaciales y las luces. Las acciones carecen de justificación.
Quiebre. Y otro orden. Los mismos cuerpos, el traje marrón y la luz de mañana. Las palabras cobran otra dimensión, son capaces de contar una historia, pero introducen una sensación extraña: lo que se dice es del ámbito de lo cotidiano, parece familiar, y sin embargo, inoculan la duda, el extrañamiento es germen que se cuela por los intersticios. El relato, común y amenazante, hace estallar el verosímil. La mujer desaparece. El hombre ubicado en un espacio que se revela otro del presentado al principio, ¿reinicia? una especie de monólogo. Un desplazamiento en el objeto del discurso. Un saco y un pantalón pueden ser motivos pasibles de constituirse en referencia. El nuevo habitáculo, breve, del hombre, funciona como metáfora del resto, lo que vemos no es lo que vemos, lo que escuchamos nos pone en una situación de incomodidad, si las piezas no se han perdido ¿por qué es imposible terminar de entender?
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No me dejes así
Por Edith Scher
Dramaturgia: Enrique Federman, Mauricio Kartun. Con: Cesar Bordón, Néstor Caniglia, Eugenia Guerty, Claudio Martínez Bel. Dirección: Enrique Federman. El Piccolino. Fitz Roy 2056. Viernes y sábado, 23.30 hs. 15 pesos.
¿Dónde esta el límite entre lo trágico y lo cómico? ¿Puede haber identificación y distanciamiento al mismo tiempo? ¿Puede una situación sin salida volverse cómica sin perder su carácter trágico? En esta frontera se desarrolla No me dejes así. Una mujer en una sala de espera llora cataratas de lágrimas. Llegan, uno tras otro, tres hombres que la consuelan. Nunca sabremos qué vieja relación los une. Podrían ser amigos de la juventud. No sabremos tampoco jamás quién está tan mal del otro lado de la puerta. Lo cierto es que la muerte está presente, que se respira su inminencia.
Es difícil reírse de aquello que toca resortes muy profundos del ser humano. La habilidad de No me dejes así es tomar la distancia suficiente como para ver las pequeñeces que afloran en situaciones límite, lugares de patetismo y miseria.
El espectáculo está constituido por una seguidilla de situaciones sin argumento: abrazos, ataques de llanto, “por qué, por qué, por qué”, o “hay que avisarle a tal”. La clave del logro del trabajo es que lo que pasa es doloroso, pero la forma en que sucede es cómica. El espectador asiste a confesiones postergadas y ve cómo salen a la luz deseos contenidos que, en ese marco trágico, se convierten en aspiraciones ridículas. Da la sensación de que los momentos extremos habilitan lo que habitualmente se reprime.
Las actuaciones consiguen hacer pie en esta delgada línea. El método de trabajo, improvisaciones con consignas específicas, dio como resultado la aparición de situaciones desopilantes que deparan sorpresas y cambios de ritmo. Por momentos la angustia y la risa se dan en simultaneidad. En otros se presentan alternadamente. Sobrevuela todo el tiempo un agobio, muy fuerte al principio, pero que luego, gradualmente, da lugar al predominio de lo cómico.
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Pequeñas torturas cotidianas
Por Federico Irazábal
Dramaturgia y dirección: Martín de Goicoechea. Con: Soledad Cagnoni, Martín de Goycoechea, Julieta Petruchi, Luz María Quinn, Yanina Rabbino. El Kafka. Lambaré 866. Sábado, 20 hs. 10 pesos.
Dice Martín de Goicoechea en el programa de mano: “Nunca somos tan felices, creo que dentro de la infelicidad existen pequeños stops del dolor”. Entonces, uno no puede más que recordar algunos recorridos de la filosofía de Schopenhauer. Cuando este filósofo sostiene que la felicidad es el goce ante la ausencia momentánea del dolor, nos enfrenta de lleno al nihilismo. Y es lícito sospechar que algo de todo esto forma parte del pensamiento de De Goicoechea.
Está dividido en dos historias, de cuatro personajes, que cohabitan, coexisten dentro del mismo espacio. Pero no son cuatro personas que viven en el mismo departamento, sino que son dos parejas que habitan en el mismo espacio escénico sin que éste sea exactamente el mismo departamento. Usan el mismo sillón pero nunca interactúan entre ellos.
Como mecanismo estructural podríamos decir que es un espectáculo que opera por condensación. Estas pequeñas torturas cotidianas nos muestran cómo estos seres del capitalismo avanzado o tardío, que permanentemente son –somos– maltratados en la escena de lo público, en la esfera de lo laboral, en la calle, hemos llevado esa misma violencia al plano de lo privado. Se percibe también un cruce narratológico con ciertos modismos narrativos del cine, donde a De Goicoechea le interesa trabajar la temporalidad precisamente como el cine la ha sabido trabajar, algo en lo que el teatro no ha profundizado demasiado. La obra va saltando en escenas simultáneamente, como en una suerte de montaje paralelo.
Y utilizan el micrófono magistralmente: todo lo que se dice en escena es escuchado a través suyo: un técnico que asoma, lo introduce en el escenario y así escuchamos sólo el fragmento que al director le interesa resaltar, porque se trata precisamente de posicionamiento ante la obra.
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Si dos personas se aproximan
Por Mónica Berman
Texto y dirección: Facundo Agrelo. Con: Gustavo Antieco, Mariana Cavilli, Diego Gentile, Walter Jakob, Lorena Urcelay. Puerta Roja. Lavalle 3636. Sábado, 21 hs. 8 pesos.
Un bar, dos mesas con una pareja en cada una y en el medio, un mozo. Con estos escasos ingredientes se puede cocinar una joyita, como en este caso. La historia es muy sencilla: en una de las parejas los miembros son participantes de una cita a ciegas, somos testigos de su encuentro inicial, precedido por cierta escritura. Están contrastando si la imagen que construyeron del otro es verdadera, falsa o sólo está un poco torcida. Están buscando las palabras para entenderse o desentenderse, para seducir al otro o para huirle.
La otra es una pareja que ¿está por separarse? ¿o la separación se desencadena en el ámbito del bar? Tienen una historia en común, pero no lo parece demasiado, si se contrasta con los datos. Las palabras que surgen de una mesa y de la otra son muy parecidas, en ocasiones, incluso, exactas, lo que lleva a reflexionar sobre dos cuestiones. La primera, temática: dos personas desconocidas y dos con tiempo de convivencia pueden decir las mismas banalidades sin ninguna clase de diferencia. La otra cuestión, mucho más significativa y que es del orden del lenguaje teatral, explicita la imposibilidad de atender a lo verbal en simultáneo y juega con esa imposibilidad. Un bar (en apariencia, realista) para ser más exactos una sinécdoque de bar, nos presenta a las dos parejas y al mozo, a la vez. La lucha de recursos se establece para ver de qué modo el espectador puede perderse lo menos posible de lo que se dice en cada una de las mesas. Y la repetición funciona como un elemento lúdico que se construye en esa dirección. ¿Qué puede extraviarse? Si en realidad están diciendo casi lo mismo, con otro ordenamiento, en un caso es el hombre, en el otro la mujer, pero las palabras atraviesan circunstancias y personas. A eso habría que buenas (y algunas muy buenas) actuaciones.
miércoles, 20 de mayo de 2009
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