domingo, 17 de mayo de 2009

Volver a Discépolo

Por Federico Irazábal y Ana Durán

Durante el mes de agosto, Argentores organizó “Don Armando”, un ciclo de semimontados en el que participaron directores de diferentes generaciones: Pompeyo Audivert, Eduardo Calvo, Román Caracciolo, Fernando Medina y Andrés Binetti y Paula López.

El dramaturgo argentino Roberto “Tito” Cossa es el coordinador de Comisiones Internas de Argentores, pero pone toda su energía fundamentalmente en la de cultura y la del interior (tratando de producir un proyecto federal por primera vez en esa institución). Y no puede no sentirse orgulloso de un grupo de directores y actores que encabezados por Luciano Linardi se le acercaron cierto día a proponerle un ciclo vinculado al gran Discépolo: “Me produjo una alegría inmensa saber que gente tan pero tan joven seguía interesada por este autor, queriendo generar un ciclo de semimontados sobre su obra. A nosotros nos pareció una propuesta muy interesante puesto que creemos que Discépolo, un autor que sigue siendo representado por su inmensa actualidad, merece ser abordado por los más jóvenes creadores a través de su propia visión”.

¿Había algún límite?
No. Nosotros lo único que les dijimos era que queríamos ver sobre el escenario el estilo de Discépolo, porque creemos que si esto no está, tampoco estará el autor. El autor más que con sus palabras se hace presente en su estilo, y más aun en Discépolo. Por eso pusimos esa única condición.

¿Participaron en la selección de las obras, de los directores?
Para nada. Todo vino en la propuesta de Linardi. Él trajo la nómina de obras con las que querían trabajar que son precisamente las clásicas. Podría haber otras, claro, pero éstas están más que bien para acceder a este gran autor nacional. Los directores también ya estaban todos, y eran muy pero muy jóvenes, aunque luego por diversas cuestiones hubo movimientos y eso hizo que apareciera dentro del ciclo Pompeyo Audivert, por ejemplo.

¿Y después de Discépolo habrá algo más?
En principio tuvimos que llevar este ciclo al Teatro del Pueblo puesto que el auditorio de Argentores tiene mucha actividad y no nos permitía extender el ciclo. Eso fue un gran paso, puesto que indica el éxito de la propuesta. Y claro que nos gustaría seguir con otros autores. De hecho este mismo grupo nos comentó que le gustaría el año que viene trabajar con Carlos Somigliana, de quien se cumplen 20 años de su fallecimiento. Pero no seremos nosotros quienes decidamos si sigue y con quién. Son ellos. Son los jóvenes los que se tienen que sentir atraídos por la obra de nuestros grandes autores y en función de ellos acercarse.

¿Por qué el formato de semimontado?
Eso es una cuestión lógica participando Argentores. Nosotros no podemos producir por una cuestión de los estatutos. Imaginate que si produjéramos dejaríamos de representar. Porque ahí aparecería gente a preguntar por qué él sí y yo no. Nosotros no podemos hacer eso. El formato de semimontado está permitido porque no nos exige inversiones. De hecho estos chicos han trabajado con el verdadero espíritu del teatro independiente: poniéndolo todo pero de forma gratuita. Y como te decía antes, no puedo más que sentir orgullo por estos jóvenes que hacen teatro de la misma forma que esos grandes maestros que han hecho de nuestra escena una de las principales del mundo.

Fragmento del discurso de presentación del ciclo

Por Luis Cano

Dice Josefina Ludmer hablando de los textos sobre los negros en América Latina: “Cuando se trabaja con dos culturas se las politiza de inmediato”. Cuando se ponen en contacto dos culturas o dos materiales como la voz y la letra no puede no haber conflicto, y por lo tanto no puede no haber política.
Voz y letra son dos culturas que inevitablemente están jerarquizadas. Una superior y una inferior. Una más alta y una más baja. Una iletrada y otra letrada. Una culta y una popular. En ese contacto hay política porque hay conflicto. Esto se puede ver en Discépolo: la voz del gaucho se hace poesía gauchesca, la oralidad atorrante se hará graffiti tiempo más tarde, y el cocoliche se volverá grotesco criollo.
Pero la voz no existe como voz sola creada por lo popular, usada por la gente y trabajada por las masas, de la misma manera que lo culto no siempre es culto ni permanece culto ni nació como culto ni se conserva como culto o cultura culta. Quizá sí pueda morir culto, no sé. Lo que digo es que voz y letra se mezclan. Hay un continuo reflejo y esa mezcla es desigual. Cuando aparece la voz, aparece disputando un espacio. Sabemos que el que domina, domina el espacio y el tiempo, y el dominado solamente puede meterse tácticamente en las fisuras, en las grietas. La voz, entonces, disputa el espacio. Quizá pueda disputar el poder pero en el territorio de la letra. En el pequeño mundo de la escritura la voz puede disputar lo simbólico cuando pasa a lo escrito, cuando se vuelve escritura.
La inmigración pone en crisis el lenguaje. “El lenguaje ya no supone fluidez” dice David Viñas en su estudio sobre Discépolo: “En el lenguaje vemos ahora la dificultad.”
Pero hay otros ejemplos de inmigración: “nos vienen a robar”, “nos vienen a quitar lo nuestro”, “son ellos, los negros, los putos, los bolitas, los coreanos, los piqueteros, los inadaptados”. Pura visión Blumberg. “Vienen.” Enunciación pura. ¿Quién habla? ¿Qué voz está dominando? Quien dice “vienen” se supone el dueño del espacio, un dueño paranoico del espacio. El lenguaje siempre delata quién tiene el poder.
El uso del lenguaje establece jerarquías y valores. “La relación desigual con el lenguaje está en el centro del conflicto”, señala Ricardo Piglia en su análisis sobre Mustafá. El texto de Discépolo es de difícil asimilación para un lenguaje oficial, para un lenguaje único. No sirve porque no puede ser usado, no es funcional, salvo cuando lo pone entre paréntesis, se le clava el marquito de “grotesco” y todos tranquilos.
La discusión sobre el lenguaje (Discépolo, Trejo, Novión o Florencio Sánchez) es una discusión sobre el poder. No lo digo por desviación populista o por cariño populachero. Lo digo porque se trata de Discépolo que es quien pone sobre la mesa el lenguaje, un lenguaje que permite discutir la distribución del saber, que permite discutir la hegemonía en una sociedad.

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