domingo, 17 de mayo de 2009

Juego de espejos

Por Federico Irazábal

Santiago de Chile el 6º Festival de Dramaturgia Europea, que ya se ha convertido en un foro de discusión sobre las más recientes poéticas del viejo continente y su relación con el teatro transandino. Y Funámbulos estuvo allí.

Todo festival, todo encuentro de teatro, puede estar teñido de aciertos y errores, más aun cuando se trata de mostrar en un país determinado lo que en la escena de otros ocurre. Esto es lógico, ya que por el lapso de una semana o dos, culturas, lenguas y generaciones distintas tendrán que dialogar a partir de la inserción de una escena en otra, cosa que siempre es un tanto forzada. Y lo único que puede subsanar esa violencia es el diálogo, un diálogo auténtico que esté apoyado en esos aciertos y errores.
El Festival de Dramaturgia Europea lleva en Chile ya seis años de existencia y se ha convertido en un verdadero foro de discusión en el que, si bien es cierto que se ve el teatro europeo, sobre lo que más se discute es sobre teatro chileno. Europa deviene así, en definitiva, en un espejo en el que mirarse para construir una imagen de lo propio más auténtica que la que suelen producir las lecturas meramente nacionalistas.
¿Pero en qué consiste este evento? Participan 8 países (Francia, Alemania, España, Suiza, Inglaterra, Italia, Croacia y Holanda) con dos obras cada uno que se pueden mostrar bajo el formato del semimontado o de la lectura dramatizada. Y como el “4 x 4” del Goethe Institut argentino, para tal fin se convoca a directores locales que a su vez convocan a actores para, previa traducción, llevar a cabo su tarea. Las obras son sugeridas por cada organismo internacional y serán los asesores los que finalmente van a decidir qué obra y qué director es conveniente que se presente. Y a lo largo de dos semanas entre las 16 y las 23 horas, en el Centro Cultural de España o en el Goethe Institut se llevan a cabo las diversas actividades que son complementadas con talleres y mesas redondas. Y es necesario aclarar que al finalizar cada actividad se lleva a cabo un debate entre los autores, que vienen de sus respectivos países, y el elenco local con el público, compuesto en su gran mayoría por estudiantes de alguna de las veinte escuelas formales de teatro de Santiago. Las entradas se agotan horas antes de la función y alcanza a entrar casi tanta gente como la que finalmente queda afuera.
Hasta aquí la descripción. Vayamos ahora a un análisis acerca de qué es lo que en definitiva se produce.
En principio el concepto de “semimontaje” existe tan poco como en Buenos Aires. Las obras tienen claramente un concepto de montaje. Pese a la falta de dinero se observa que con el material disponible se ha realizado una lectura en lo escenográfico, lumínico, caracterización, trabajo sobre la espacialidad, etc. El público, compuesto mayoritariamente, como decíamos, por estudiantes, conoce obras ignoradas en Chile (y también en Argentina). Las traducciones son muy cuidadas, impecables podríamos decir, pero lamentablemente en la mayoría de los casos al ser llevadas a escena no se realiza un análisis con relación a lo que significa montar una obra con nombres y lugares europeos en un idioma claramente local. Ese invento denominado “español neutro” claramente está ausente por aquí.
Entre lo más destacable se encuentra el debate posterior a la función del estreno. En él se discute con vehemencia y con honestidad acerca de lo visto, y se generan polémicas impensables en nuestro país. Viendo la obra Kick, de los alemanes Andres Veiel y Gesine Schmidt, se pudo escuchar una de las discusiones más notorias. Un espectador, luego de la disertación de los autores y el director, planteó que la obra le parecía muy mala y que no entendía qué le podía aportar al teatro chileno ese texto, que pese a tratar sobre el neonazismo tenía personajes planos y caricaturescos. El autor, minutos antes había planteado que su objetivo era la humanización de las víctimas y de los victimarios jugando con el intercambio de roles. El director, en cambio, había realizado un discurso cargado de pasión sobre la hipocresía chilena con relación a la dictadura y una suerte de descompromiso de la sociedad para con el dictador que, recordémoslo, fue senador vitalicio durante un largo tiempo democrático. Este espectador que habló no pudo observar que el problema estaba entre el análisis frío y racional de los autores y la pasión desenfrenada del director Gustavo Meza. Sintiéndose atacado, el autor se distanció del director, planteando que su discurso escénico estaba cargado de ira. El director, en vez de defender su puesta, atacó la traducción. Y la traductora a su vez objetó lo dicho por el director. Al final el culpable fue el festival en sí. Por más esfuerzo que uno haga no podría imaginar jamás ese debate en la escena porteña.
¿Pero cuál es el trasfondo de esta discusión? El mayor desacierto del Festival es la selección, no de los textos sino de los directores. Artistas y críticos locales plantean que el festival no se juega en lo que hace a la elección de los directores. Y esto es notable. Los nombre europeos van desde artistas nacidos en los años 50 hasta jóvenes que aún no han cumplido los 30 años. En cambio, casi todos los directores son hombres que pertenecen a otro contexto cultural y que tal vez más allá del país y de la lengua, no pueden dialogar con la totalidad de los autores porque los imaginarios están a años luz de distancia. Obras simbólicas acaban convertidas en un realismo que lógicamente las aplasta.
Pero más allá de estos ingredientes sumamente atractivos, lo interesante de este 6º Festival de Dramaturgia Europea Contemporánea consiste en que genera la posibilidad de ver lo nuevo (que puede ser interesante o no) de Europa en materia dramática, con la presencia de casi todos los autores que a su vez dictan talleres o participan de mesas redondas. Pero fundamentalmente le sirve a la escena chilena para mostrarse a sí misma, para mostrar cuán evolucionado o no está ese teatro. Chile se mira en este espejo, y a veces quiere romperlo, y otras, en cambio, se ríe de lo que muestra.

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