lunes, 18 de mayo de 2009

Virtual e inmersivo

Entrevista a Oliver Grau por Alejandra Correa

Vino a dar una charla y habló mucho de arte tecnológico pero poco de las consecuencias éticas y filosóficas. ¿Hasta dónde se llegó hoy en esa materia? Ése es el tema de esta nota.

Doctorado en historia del arte, en la actualidad el alemán Oliver Grau es profesor de teoría de los medios en la Universidad Humboldt, de Berlín, donde dirige la creación de un banco de datos sobre arte virtual. En su libro Virtual Art explica su teoría de la historia de la virtualidad en el arte como un proceso que comenzó con las primeras manifestaciones artísticas del hombre. Según se señaló en su presentación en Buenos Aires, a donde llegó para dar un seminario en el Goethe-Institut, “Grau evalúa y analiza las formas que adquieren diferentes imágenes inmersivas a lo largo de la historia. Lo que realiza es una verdadera arqueología mediática de la ilusión y la inmersión”.

¿Cómo llega a la idea de que el arte virtual tiene dos mil años?
Y aun más de dos mil años, ya que el no es una manifestación reciente. Se entiende por virtual cualquier manifestación artística que se produzca en un espacio de 360 grados. En este sentido podemos decir que las pinturas realizadas en Altamira o los frescos del Renacimiento son obras de arte virtual, por poner sólo dos ejemplos de los distintos momentos en los que la historia del arte nos muestra un giro hacia lo virtual. Yo trabajo en una especie de arqueología de la imagen virtual, y rastreando sus orígenes en la Antigüedad, vi que estuvo vinculada a la tecnología de cada momento. Mi trabajo es ver cómo se han ido incorporando las progresivas acciones de la cultura para producir el pase entre la ilusión y la inmersión en el arte, y la manera en que esta inmersión ve, actualmente, una posibilidad concreta de realización.

Pero ahora cuando hablamos de arte virtual nos referimos a algo más que el arte en un espacio: nos referimos a nuevas herramientas, relacionadas con la tecnología, y a los lenguajes que ellas imponen. En ese sentido, ¿en qué punto se encuentra en Europa y en su país en particular, el debate sobre el tema de los alcances de este nuevo lenguaje?

En Europa y en mi país hay preocupación, claro. Todos se preguntan si definitivamente los artistas cambiarán el pincel y la espátula por las herramientas en las que la electrónica es la protagonista. Actualmente hay cuatro conceptos que cruzan diversas especialidades: la telepresencia, la interactividad, el diseño de interfaces y los algoritmos generativos. Creo que estos cuatro aspectos permiten conceptualizar la imagen hacia el pasado y hacia el futuro de una manera diferente. Mi tarea es tratar de comprender los procesos históricos. Cada vez que se planteó lo virtual en el arte hubo críticas. En el mundo pueden apreciarse dos corrientes: por un lado los apocalípticos que señalan la muerte del arte en pos de la tecnología; por otro lado los utópicos que creen que el arte virtual y la tecnología en el arte van a ser el futuro en forma exclusiva y creen en la posibilidad ilimitada de la tecnología. Son los que piensan que se van a desterrar otras formas de arte. Yo me ubico en un tercer lugar, moderado, tratando de contextualizar la irrupción de este arte para preguntarnos cuál es el verdadero potencial estético proveniente de la aplicación de los nuevos medios. En este sentido, me preocupa por ejemplo la velocidad con que estas experiencias se producen y desaparecen, porque tienen la característica de ser efímeras y hay dificultades para documentarlas. Es decir, hay una enorme producción que se puede considerar perdida. Por eso estoy trabajando en la consolidación de una base de datos virtual sobre arte tecnológico y enfrentándome a los problemas que surgen en lo que podríamos llamar “la virtualidad de la virtualidad”.

Una de las primeras cuestiones que surgen en el tema del arte inmersivo es, precisamente, que el cuerpo del espectador queda absolutamente tomado por la obra. ¿Esto nos plantea infinidad de cuestiones sobre el cuerpo y la representación?
Sí, es cierto. Lo que sucede en el arte inmersivo es que el espectador pierde la distancia crítica con la obra. Ése es un tema que nos preocupa y en el que estamos pensando: ¿cómo conservaremos la distancia crítica con la obra de arte?

¿Qué posibilidades de representación considera usted que tiene el arte virtual?
Ésa es realmente una pregunta demasiado amplia y con aristas filosóficas, que nos llevaría a un largo debate sobre cada una de las palabras que usted utiliza para formularla. Ya algunos teóricos han hablado de las posibilidades de representación del arte y de otras cuestiones relacionadas con su pregunta. Debería remitirla a una lista de bibliografía y verdaderamente trato de no entrar en este tema porque me resulta muy complejo ser sintético. Por otra parte, hoy existe un tejido muy fino entre arte y ciencia, y el arte mediático va probando cuáles son los potenciales estéticos de las imágenes interactivas, de las interfaces, de los modelos de interacción y de las innovaciones de códigos. Con esto fijan el límite tecnológico según sus objetivos estéticos y surge un tipo de artista que como científico está cada vez más equipado con la seguridad institucional, y para estar al tanto de las innovaciones trabaja en compañía de programadores y de ingenieros. Observamos, entonces, una nueva unión entre arte, tecnología y ciencia, que los artistas incorporan en forma natural. Estos artistas conocen e intervienen en disciplinas tan complejas como el arte de la telepresencia, el arte biocibernético, la robótica, etc. Estas disciplinas pueden ordenarse en arte telemático, arte genético, interactivo-inmersivo, y el concepto genérico sería “arte virtual”. Nosotros creemos que la cultura visual virtual va a ir rotando hacia lo inmersivo y la ilusión. Es indiscutible que la tecnología va generando nuevos caminos.

Un espectador desprevenido, ¿cómo se interna en la gran galería del arte virtual para poder encontrar el arte de lo que son sólo millones de experiencias de juegos con lo cibernético? Es decir, el arte en comunión con la tecnología ha traído a escena infinidad de “creadores” porque de alguna manera ha democratizado la producción. ¿Cómo sabremos dónde está el arte?
Su pregunta es la misma que si se refiriera al arte en general. Siempre ha habido una gran oferta de producciones. El trabajo nuestro, el trabajo de los historiadores y críticos de arte, es encontrar en sintonía con la época, las producciones que realmente reflejen su época y que tengan valor estético. Con el arte virtual nos sucede lo mismo.

Debo confesarle que yo me encuentro entre los apocalípticos. Sin embargo, si usted me asegura que aun con sensores y tecnología el arte seguirá hablando de los temas esenciales de la existencia humana, tal vez pueda serlo un poco menos.
Precisamente ésa es nuestra tarea: debemos aportar esta visión del arte como una forma de expresión y alertar a los artistas sobre esta cuestión.

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