lunes, 18 de mayo de 2009

Pobres chicas

Por María Pia López

“Escrito en el reverso de las entradas...”, aclara la autora de la nota. Y casi poéticamente conecta una y todas las tragedias: Antígona, A Mamá y Nunca estuviste tan adorable. Un festín donde tragedia y familia suben a escena.

1. Las troyanas lloran la muerte de sus maridos. Hay que ponerse serios para hacer de la tragedia griega el drama moderno de la guerra.
2. Ésa es la vía adusta de la traducción modernizante de aquellos fundamentos de Occidente. Antígona es la versión desgarrada, la que sitúa el problema precisamente en tenso pasaje entre tragedia y drama.
3. Porque Antígona quiere ser un personaje de tragedia, obligada a enterrar a su hermano. Hasta que le cree a Creón y prefiere asumir las contradicciones de su conciencia y no morir por lealtad a un estúpido usurpador. Muere en la ley del drama moderno: como una Bovary que no soporta el opaco destino de una mujer “feliz”.
4. La familia que le promete Creón, su suegro, es esa opacidad. Es la repetición cotidiana que no soporta Electra en A mamá… No la muerte del padre, sino ese arbolito de Navidad sonoro, el padrastro borracho y toquetón, la madre banal. La familia es trágica porque es la banalidad del mal.
5. O la bizarría argentina. La música, los movimientos, los gestos. A mamá… y Nunca te vi tan adorable son radiografías de la familia. No importa si en una los personajes tienen apelativos helénicos –Clitemnestra u Orestes– y en la otra llevan los nombres de vecinos de un barrio porteño. Ambas son relatos de la familia como tragedia.
6. Una tragedia que no requiere asesinatos, aunque Electra se empeñe, basta con la fiesta de fin de año o la fiesta de casamiento para mostrar la corrosión de la muerte.
7. Si la tragedia es asunción de un destino inapelable, el drama será la vía de escape: allí la malla familiar (y política, en el caso de Antígona), aquí personajes en procura de una conciencia emancipada.
8. Quizá, síntoma de la época: necesidad de recuperar las potencias dramáticas (esto es: la libertad de decidir) en un contexto de impotencia trágica.

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