domingo, 17 de mayo de 2009

Editorial. ¿tomar distancia?

Imposible. Al menos para algunos de nosotros. Porque el “enemigo” se camufla, no se infiltra. Se integra. Porque es casi imposible dar un paso adelante sin rozar su estructura perversa pero hecha para quedarse, que se disfraza de cambio y no es más que una pobre limpieza de fachada. Y en el medio, el teatro y sus artistas, que no pueden dar cuenta de otra cosa que no sea el signo de estos tiempos: esa marea de confusión, de producción profusa que espera resultados rápidos, pequeños hallazgos que explotan como fuegos artificiales para desaparecer como una estrella fugaz. Hay tanto para decir que no sabemos ni de qué hablar que tenga sentido.
Este número tiene el gran mérito de ser la transmisión para los que vienen detrás de un espacio conquistado con diez años de trabajo, y un lugar de aprendizaje que nos devuelve la ingenuidad de recuperar algunas sorpresas y algunas preguntas. Y sí. Por qué no decirlo. Ésta no es una época muy atractiva, pero por suerte hay quienes la ven con ojos nuevos. Para ellos, que hacen teatro o lo miran y lo analizan y para el público que llena esas salas va una Funámbulos nueva que no deja de hacer equilibrio en una cuerda que siempre está floja.

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