domingo, 17 de mayo de 2009

Cómo pertenecer

Entrevista a Horacio Tarcus - Por Ana Durán y Federico Irazábal

Un hecho fortuito hizo que uno de los personajes de La omisión... “cayera” en una familia adinerada mientras que su hermano mellizo no corrió la misma suerte. Para Tarcus la pregunta ¿por qué algunos son elegidos y otros no?, es política y se dispara hacia el espectador.

Horacio Tarcus es el director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda (CEDINCI), la biblioteca más importante sobre socialismo, anarquismo y marxismo que existe en el país. Hace poco tiempo asumió como subdirector de la Biblioteca Nacional y es conocido también como profesor de Teoría del Estado e historiador de profesión. En 2003 ganó la beca Guggenheim con el proyecto de elaborar un diccionario biográfico de la izquierda argentina, y es conocido también (en el mundo mediático) por sus provocativas opiniones acerca de la memoria: “No hay un riesgo de pérdida de la memoria. El riesgo es la sobresaturación de la memoria. La izquierda argentina vive y sobrevive de la memoria. Le va a resultar paradójico que yo le plantee esto, que soy un historiador y que he dedicado mi vida a juntar los papelitos y las fotos y los afiches de la izquierda –dijo en un reportaje de Página/12– . ‘Prohibido olvidar’ es una tortura. Para recordar necesitamos olvidar. Y el drama de la izquierda argentina es que está condenada a recordar".

Marito: Si tuvieras que quedarte con uno, ¿a cuál elegirías? Elegí, elegí.
Verónica: Mario, por favor.
Marito: Ya elegiste, Vero.

¿A qué lugar histórico creés que corresponde esta familia? ¿Dónde los ubicarías?
No pude dejar de verla como una familia contemporánea de los 90 y de 2000 en un proceso de decadencia, de marginación y de pérdida de contacto con el mundo exterior y al mismo tiempo desesperados por salir de ese círculo y cruzar el cerco. Para mí el gran tema es la inclusión o la exclusión, ser o no el elegido, quedarse en ese círculo o salvarse. Mi lectura me remitió a una situación de Argentina de una débil legalidad –si no ausente– que representa la abuela. No obstante algún orden y algún equilibrio viene a representar, y de algún modo su muerte tan anunciada termina de desencadenar la dispersión, o sea que algún tipo de racionalidad, por frágil que sea, está en funcionamiento con ella. Y la desaparición de esa débil ley desata la huida de todos. Lo curioso e interesante, en el caso de Marito y Vero (el no elegido y la elegida) es que no hay explicación de por qué el padre eligió a uno de los hijos y no al otro. ¿Es por la locura de Marito? En su búsqueda obsesiva de fisgonear a sus sobrinos obsesivamente está la pregunta de por qué no es elegido. Y creo que éste es el punto dramático, cuando Marito le pregunta a Vero a cuál de los dos elegiría, y aparece esta fantasía de que en la casa de Verónica habría ley y acceso al mundo que ofrecen los medios modernos de comunicación, aunque el espectador sepa que allí tampoco se es feliz.
Me parece que todo esto remite a una Argentina donde la fantasía es que se salva el que se va. Pero el que se va muchas veces retorna para recordar que en esa ida hay una pérdida, que no hay pura ganancia, pero los otros lo miran y lo admiran como al que zafó porque logró salir de ese espacio que si bien tiene su dimensión de goce –en las relaciones incestuosas o en las peleas permanentes– pero al mismo tiempo hay un grado de asfixia creciente, abunda la presencia de la muerte. Me resulta muy curioso que se hable tanto de la muerte cuando la abuela está viva y que luego de su muerte no se hable más.

Doctor: Es raro lo de ellos, ¿verdad?
Abuela: ¿Quiénes?
Doctor: Verónica y Mario.
Abuela: ¿Qué le ve de raro?
Doctor: Digo, el mismo padre a una le dio el apellido y al otro…
Abuela: Doctor, si a nosotros no nos preocupa, ¿por qué se va a preocupar usted?

Pensábamos en la versión que Ricardo Bartís hizo de la obra de Florencio Sánchez y en cómo esa familia podía hacer un diagnóstico de su situación, y en comparación con ellos, los Coleman parecieran no poder entender o poner en palabras su situación.
El único clarividente es Marito, pero como es el loco nadie lo escucha. La abuela es como una especie de conciencia pero limitada. No sabemos si lo que no soporta es ver o decir lo que está pasando. Pareciera que allí hay un saber al cual mejor no apelar porque se sostiene en un delicado equilibrio. Ahora, entre ese saber que la abuela no quiere volcar y esa clarividencia de Marito, o la conciencia práctica de Gabi, el silencio de Damián o la ingenuidad de Memé, pareciera que todos tienen algún grado de conciencia o alguna parte de una verdad que no está en ningún lado porque lo que no hay es comunicación. Hay mucho griterío y ruido pero no comunicación. Guardé el programa y me llamó la atención la cita de Marguerite Yourcenar acerca del silencio: “Cuando pienso que hace casi tres años que te conozco y que me atrevo a hablarte por primera vez, y eso porque lo hago por carta y porque es necesario. Es terrible que el silencio pueda llegar a ser culpable. Es la más grave de todas mis culpas pero, en fin, la he cometido. Pequé de silencio ante vos y ante mí. Cuando el silencio se instala dentro de una casa es muy difícil hacerlo salir; cuanto más importante es una cosa, más parece que queramos callarla. Parece como si se tratara de una materia congelada, cada vez más dura y masiva: la vida continúa por debajo sólo que no se la oye”. Esto me llamó la atención porque hay silencio en la obra sólo en el sentido más profundo del término. Esta apelación a lo terrible del silencio que llega a ser culpable, parece más como una sentencia que vuelve al espectador. En esa escena final, Marito se queda solo no porque eligen dejarlo solo sino porque todos presuponen que el otro se va a ocupar de él.

Es decir que no es que no tengan capacidad para hacer un diagnóstico, sino que no pueden transmitir sus verdades parciales para llegar a una conclusión general que les permita entender cómo están. No hay comunicación porque hay un silencio extremo y no hay mirada hacia el otro.
Quizá la abuela es el personaje que pudo aglutinar y querer una regulación de hasta dónde hablar o no hablar y jugar o no jugar. El resto tiene un reclamo permanente pero no se comprende la situación del otro.

Gabi: ¿Qué es lo que tiene?
Doctor: Puede ser solamente la presión. Hay que esperar los resultados.
Gabi: ¿Está consciente?
Verónica: Sí, está bien ahora.
Abuela: ¿Por qué no me dejan hablar a mí que soy la propietaria del cuerpo?

Nos interesaba también el tema de la memoria, en el que has trabajado mucho. La abuela parece ser la que tiene conciencia de un tiempo próspero pasado (no sabemos cuándo fue ni por qué desapareció). A su vez tiene un sentido de responsabilidad y es la que tiene un sentido de propiedad que por razones históricas los demás en esa casa no tienen. Y en ese sentido está parada en un lugar histórico, a diferencia de los demás que están deshistorizados.
Absolutamente. Y por eso creo que viven fuera del tiempo –hay muchas referencias a eso en la obra– como si estuvieran en un estado previo a la cultura y a la ley. Como una especie de estado orgiástico que tiene su lado de goce y su cosa de asfixia e insoportabilidad. Y es la abuela quien tiene un criterio del adentro y del afuera, de lo prohibido y lo permitido, de los medios y los fines, que el resto parece no tener. Igual lo pensé muy en esta Argentina contemporánea. Esta crisis que estalla en el año 2001 pero que viene de antes y que es más que una crisis de gobernabilidad. Y de hecho están fuera de la cultura. Pero más que un proyecto colectivo responden a una salida individual. No tienen el menor grado de conciencia política. Creo que en el silencio y en la situación angustiosa que al espectador le genera ser testigo, allí están las preguntas políticas. Si uno logra salir del estupor del final y del silencio que puede llegar a ser culpable, allí se puede instalar una mirada política en relación a la pregunta que angustia a Marito: ¿por qué algunos son elegidos y otros no? Éstas son, digo nuevamente, las grandes antinomias que atraviesan la obra: inclusión/exclusión, elegidos/no elegidos, la horda/la cultura, hundimiento/salvación.

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