por Tanja Olbrich. Traducción Carla Imbrogno.
El tercer protagonista —no en orden sino en reinado— en la escena de Berlin es el exótico Christoph Schlingensief. Una especialista en su obra nos introduce en su universo.
Ningún otro director de teatro en Alemania se ajusta tanto a la idea de una estética de la agitación como Christoph Schlingensief. Con sus 45 años, lejos de transar con un único género artístico, el prolífico cineasta, regisseur, actor y artista, hasta incursionó en la política cuando en 1998 creó su propio partido, Chance 2000, que convocaba a sectores marginales de la ciudadanía: desde desocupados y discapacitados, hasta escépticos y lacónicos. Al finalizar las elecciones sentenció: “Los partidos políticos son comprables”, y puso el suyo a la venta.
Hijo de una enfermera y un farmacéutico, Schlingensief nació en 1960 en la ciudad alemana de Oberhausen. Su interés por el arte hizo eclosión temprana: con apenas 12 años, ya estaba involucrado en distintos proyectos fílmicos. Sin embargo, la Escuela Superior de Cine y Televisión de Munich rechazó dos veces su solicitud de inscripción, por lo que decidió estudiar Filosofía e Historia del Arte. Años más tarde, integró el equipo de producción de una de las primeras series de la televisión alemana, la todavía hoy afamada Lindenstrasse. A esta experiencia iniciática le siguió su primer asalto público en los años 80: Deutschlandtrilogie, una trilogía de Alemania que incluyó los films 100 Jahre Adolf Hitler (100 años de Adolf Hitler), Das Deutsche Kettensägenmassaker (La masacre alemana de la sierra eléctrica) y Terror 2000, que le valió en Alemania el rótulo de “provocador”. Desde entonces, es considerado el enfant terrible de la prensa alemana.
En los años 90 Schlingensief se abocó a las producciones teatrales, que intervino una y otra vez con elementos y recursos provenientes del cine y los medios. La primera obra que dirigió fue Hundert Jahre CDU - Spiel ohne Grenzen (100 años de la Unión Cristiano Demócrata - Juego sin límites). Le siguieron numerosas y escandalosas puestas como Rocky Dutschke en 1986 o Parsival, su única ópera, durante el Festival de Bayreuth. Lo interesante de Schlingensief es que no sólo elige actores profesionales, sino más bien representantes de diferentes grupos sociales. Conocido activista político, fue detenido en 1997 durante la Documenta X de Kassel por su acción Tötet Helmut Kohl (Maten a Helmut Kohl). Durante el Festival de Viena de 2000 causó estragos en plena capital austríaca cuando levantó un container al mejor estilo de Gran Hermano y lo habitó con refugiados políticos. El público, que no terminaba de saber si se trataba o no de una ficción, podía votar a través de internet “quién debía irse de Austria”. El último en tener que abandonar el container ganaba el casamiento con una austríaca y su permiso de residencia.
Ecléctico por definición, Christoph Schlingensief desdibuja los límites entre arte y delito, entre espacio público y producción artística. Lo que persigue es desatar el conflicto latente entre la política, el arte y la vida.
Conjuga elementos fílmicos y teatrales, transgrediendo los géneros más variados. A través de múltiples y sucesivos quiebres en la continuidad del texto, de las imágenes y del sonido, asegura un clímax permanente durante la obra, creando toda una estética de la irritación; el espectador se pierde en medio de este caos de texto e imágenes. Mal que pese, el teatro de Christoph Schlingensief no es un teatro de la ilusión.
miércoles, 20 de mayo de 2009
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