domingo, 1 de julio de 2007

Otra vez en la cuerda

En momentos en los que la ciudad parece cambiar el rumbo, Funámbulos decide volver sobre sus pasos y preguntarse una vez más acerca de la relación entre Arte y Mercado. Otras generaciones, otras posturas intelectuales conforman este segundo número de relaciones peligrosas. Por Federico Irazábal.

Funámbulos decidió volver sobre el tema del número anterior, ya que tuvo la sospecha, por ciertas reacciones y comentarios, que aún había mucho por decir. Que el tema de la relación entre la cultura y su industrialización, que la pregunta acerca de lo redituable en el arte, que la creación sometida a racionalizaciones y optimizaciones propias de un pensamiento económico, debía y tenía que seguir siendo pensada. Más aún en una revista que se produce en Buenos Aires. Que se edita en Buenos Aires. Que habla del teatro de Buenos Aires. Todos los que la hacemos vivimos aquí. Gozamos y padecemos esta ciudad que cada vez se nos va volviendo más incomprensible pero que todavía sigue siendo ese faro cultural que supo ser. Pero decir eso suena a nostalgia barata de borracho de salón de barrio. No. Buenos Aires está mal. Pero a no preocuparos que ahora va a estar linda.
Buenos Aires votó y eligió a su próximo representante. Y su próximo representante eligió al Ministro de Cultura. Y el Ministro de Cultura decidió sus primeras políticas: sacar al grupo de titiriteros del San Martín a los barrios. Pero como los barrios no tienen la infraestructura necesaria para recibirlos llevemos a los barrios una versión acotada, resumida, menor de lo que ofrecemos en el centro. Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma no piensa ir a la montaña. Es muy caro. Y al fin y al cabo son pobres che, por algo será. También decidió echar a las vanguardias puesto que estas al fin y al cabo permiten que un tipo convierta en arte cualquier mierda. Y sí che. Eso no es arte. ¿Quién lo entiende? Unos pocos. ¿Los pobres? No. No tienen sensibilidad pobrecitos.
Pero como buen timonel el jefe de gobierno electo entendió que debía pegar un volantazo dado que la comunidad cultural había reaccionado. Y el problema con esa gente es que tiene mucho poder. Hacen estupideces pero tienen poder. Porque el periodismo los quiere porque la gente los quiere. Artistas. Siempre iguales. Dicen cualquier cosa y tienen treinta micrófonos en la cara registrando lo que dicen.
Y no deja de ser extraño que la comunidad cultural reacciona cuando el nombre elegido dice disparates acerca del arte al medirlo con las varas de la producción, pero no se opuso con igual energía a la baja del candidato elegido anteriormente y presente durante toda la campaña y que si bien nunca se lo dijo oficialmente ¡cómo hacerlo! lo bajaron por apoyar la unión civil y cuestiones vinculadas a esos seres infernales por los que Bergoglio reza todas las noches y las tardes y las mañanas para que Dios los perdone y reciba pese a todo. Y perdón que no los nombre pero temo ofender vuestra sensibilidad.
Y después se fusiona cultura con turismo y ahí tampoco nadie reacciona. ¿Será que la comunidad cultural ya está cansada o será que coincide y acepta al nuevo candidato? Porque así, en abstracto, es raro imaginar que la cabeza al frente del ministerio va a tener que pensar estratégicamente que el hotel de retiro ofrezca tal cosa al turista y segundos después charlar con Kive Staiff acerca de la próxima temporada del San Martín.
Sé que estoy cargado de prejuicios. Me veo y me parece horrible lo que digo. Por eso lo único que puedo hacer es tratar de seguir pensando. Por eso este nuevo número sobre el tema ya trabajado. El mercado se nos vuelve a meter y por lo menos queremos estar preparados para saber que Funámbulos debe cambiar. Que es demasiada energía para que un grupito de teatristas que no tienen otra cosa más que hacer más que leer las estupideces que nosotros decimos tenga una revista. No. Así no funciona el mundo. Por eso deberíamos producir un cambio. Se me ocurre una “Funámbulos. Tercera generación”. Y me lanzo a fantasear el sumario. Tinelli. Susana. Gerardo no puede faltar en tapa. Es la fábrica de tetas y culos más grande del país. Y encima cumple una función social porque cuando los trabajadores llegamos a nuestras casas cansados después de haber sido explotados o autoexplotados los que tenemos más suerte, prendemos la tele y jugamos a que la justicia es corrupta. Perdón, que el jurado de Bailando por un sueño es corrupto. Que todos los que dijeron que en este país había nepotismo porque el presidente dejaba a su esposa en el cargo jugando al Democracy game se equivocaron porque quedó segunda. Y mientras sigo fantaseando ese sumario pienso en lo que era Funámbulos. En lo que era antes y en lo que va a ser ahora. Y no me duele. En serio. Ya no duele. No se por qué. Pero no. ■ PUBLICADA EN EL NÚMERO 28

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