“… Sí, la producción, esa mezcla de creación y administración de los bienes, es una muy delicada profesión y un ejercicio muy sofisticado para lograr la concreción del ‘cómo’ de la puesta en escena...”
Mauricio Jiménez, revista Paso de Gato
“…Se puede decir que el productor ejecutivo es un materializador de sueños, pues ayuda a concretarlos y a hacer posible su realización”.
Marisa de León. Espectáculos escénicos. Producción y difusión.
Esta nota tiene el humilde propósito de ofrecerles una mirada personal y reflexiva sobre lo que considero ha sido la inserción y la evolución de la producción ejecutiva en la escena alternativa de la última década, desde mi perspectiva como productor y docente de la especialidad.
Ahora bien, antes de tratar sobre los temas de este artículo me parece que es necesario preguntarnos primero sobre algunas cuestiones que creemos conocer bien pero de las que, en realidad, sólo tocamos de oído, como por ejemplo: ¿a qué denominamos producción?, ¿qué hace un productor ejecutivo?
I
Si bien es cierto que el término producción se utiliza en las artes escénicas para denominar varias cosas distintas, también es verdad que muchas de esas denominaciones suelen ser erráticas, confusas e inciertas; a la producción se la ha pensado poco y mal en Argentina.
Por todo eso, y para despejar algunas dudas, les propongo que pensemos inicialmente a la producción como un proceso. Un proceso en el que confluirán una serie de prácticas artísticas, técnicas y administrativas que un conjunto organizado de individuos “llevaremos adelante” aportando capital y/o trabajo con la intención de alcanzar una meta específica: la materialización de una idea (de un sueño) en una obra, en un espectáculo o en un producto escénico, a ser presentado ante un público específico y durante un tiempo determinado.
Un proceso en el que todos y cada uno de los que participamos de ese “llevar adelante” deberíamos asumir, de una vez por todas, nuestra condición de productores de esa futura creación escénica, sin importar el rol o la responsabilidad específica que tengamos en el entramado productivo. Pero entonces, si todos somos productores…, ¿qué pito toca el productor ejecutivo? Y así, arribamos a nuestro segundo interrogante.
Brevemente podría decir que el productor ejecutivo es un especialista que, entre muchas otras funciones, tiene la de traducir las ideas de los promotores de un proyecto (director, empresario, institución o colectivo teatral, según sea el caso) en un conjunto de estrategias y de acciones específicas que conduzcan, por un camino concreto y planificado, a la materialización de esa idea y a la posterior vinculación del producto escénico resultante con su entorno.
El productor ejecutivo es –me gusta pensarnos de ese modo también– como un nexo o un vaso comunicante entre los equipos creativo, artístico, técnico y ese “llevar adelante”, entre las ideas y los hechos, entre un proyecto y su realización, entre una creación escénica y su público potencial.
II
Yendo al tema de esta nota, analizando los modos de producción de la escena alternativa en la última década –desde los años 2002, 2003 a la fecha–, puedo decir que he observado con sumo interés cómo la figura del productor ejecutivo se ha ido insertando gradualmente en el funcionamiento de buena parte de esta escena. En tal sentido, podría aventurarme a decir que la incorporación de esta nueva figura al interior de los colectivos teatrales ha sido uno de los factores que más han influido, por ejemplo, en el desarrollo y renovación de sus métodos productivos, en el modo de generar y optimizar sus recursos, en la circulación y distribución de sus productos escénicos y principalmente, en la forma con la que se comienza a mirar, a entender y a atender a la producción como un gran todo integrado.
En cuanto a la evolución del productor ejecutivo lo más destacable de este mismo período parece ser, en primer lugar, ese cierto reconocimiento, esa cierta legitimación que adquirió su rol en un sector teatral, otrora renuente a las ideas de administración y organización, a los conceptos económicos y a los planes de producción. En segundo término, la aparición de cursos y talleres especializados así como de cierta bibliografía específica donde satisfacer su creciente interés por capacitarse y por sustentar desde la teoría, su constante práctica diaria. En tercer y último lugar, su muy diferente relación con la creación artística. Hoy en día no sorprende ver a los productores ejecutivos acompañando y aportando al proceso creativo de un proyecto teatral. Quizás esto sea consecuencia de que hayamos comprendido y aceptado, de una vez por todas y para siempre, que “… la producción y el hecho teatral parecen ser la misma cosa: son la misma cosa”, como señala Alejandro Tantanian en el prólogo de mi libro.
Seguro quedarán asuntos pendientes para discutir, temas para seguir reflexionando, cuestiones a profundizar. Sabrán disculparme pero debo irme a materializar sueños. Tal vez, en una próxima ocasión.
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