sábado, 16 de mayo de 2009

Soy mi propia mercancía

Entrevista a José María Muscari por Sonia Jaroslavsky y Juan José Santillán

José María Muscari sabe transitar por los circuitos culturales más disímiles. Fue producido por Palito Ortega y sigue repartiendo volantes por la calle Corrientes. De la escena alternativa a la comercial. ¿Y la oficial?

Todo empieza con un insistente ejercicio que lleva años. Muscari consecuentemente dejaba en el umbral de la oficina de Kive Staiff una carpeta con sus proyectos para trabajar en el San Martín. Y el argumento con el que rebotaban sus obras, con algún que otro atenuante, era el mismo: un silencio absoluto.
Se instala, entonces, que la desafortunada estética muscariana no funciona en el teatro oficial y mucho menos en la vidriera de algún festival internacional. Pero el año pasado sucedió algo que lo sorprendió: “El año pasado me llamó Kive Staiff y, en un muy buen gesto, me dijo que respetaba mi trabajo y que no quería alimentar la fantasía de que había una decisión del teatro de no querer trabajar conmigo. Me comentó que estaba esperando el momento indicado y el proyecto ideal para que yo forme parte de la producción oficial”.
Finalmente, Muscari llegará este año al Teatro General San Martín con un biodrama sobre travestis y mujeres físico-culturistas que se hará en el Teatro Sarmiento. Además, completará el recorrido “oficial” con un pie en el Cervantes, donde asistirá la nueva obra de Paco Giménez con La noche en vela.
Para el biodrama piensa en Edda Bustamente. “Me parece que ella es como yo en el campo del arte. Un personaje medio vapuleado, muy entera (nunca la vi en un programa de televisión hablando boludeces) y lo que más la une a la gente es un imaginario que hay sobre ella y sobrepasa la realidad. Trabajé con ella en una miniserie de Playboy y me pareció una persona muy profesional en su trabajo. La tenía como una loca, una mina rara, sex-simbol y nada que ver. Hay un imaginario sobre nosotros que no concuerda con la realidad, pero, sin embargo, cada uno consciente o inconscientemente hizo algo para alimentar ese imaginario.”

¿En tu caso con qué lo alimentaste?
Creo que desde muy chico y muy intuitivamente supe que la mejor posibilidad que tenía era explotar lo que realmente se veía de mí, o lo que querían de mí, para después poder hacer lo que quisiera. Doy un ejemplo burdo: si afuera interesa que yo sea un director que dirige una serie erótica para hacerme la tapa de Clarín, háganmela. No voy a decir que no. Desde muy chico tuve en claro ese mecanismo: el lugar en que me ubica el otro no es necesariamente un lugar en el que yo me sienta condenado a estar. En la época de Desangradas en glamour, un espectáculo bastante fallido por mi culpa, no había directores del off que trabajaran con figuras. Ahora todo el mundo dirige en el Faena, en la calle Corrientes o en el Complejo La Plaza y siguen siendo intelectuales profundos del teatro independiente, emergentes o nuevos referentes. Pero en aquel momento yo era un frívolo. Fui acusado de no pertenecer más al under y de miles de cosas. Sin embargo, no tenía ninguna contradicción por ensayar esa obra mientras iba con otra en Parque Chacabuco sobre la cumbia villera y la gente comía choripán. Nunca tuve un rollo referido a lo que significo para el afuera o hasta a dónde soy eso que el otro ve.

¿Cuál es el límite de jugar con esa exposición en el imaginario del sistema teatral?
La escena no es algo que uno pueda manejar, y lo que va pasando con mi trabajo tampoco. Puedo incentivar determinadas cosas pero si trasciende lo que yo hago y la gente va, o no; si me tienen en cuenta en determinados trabajos, o no; si determinados actores quieren acceder a trabajar conmigo, o no; son cosas que no puedo configurar para que sean así. Sí creo que puedo hacer determinadas acciones pero después hay que confrontarlas con el afuera. El límite está, por ejemplo, en cuando se armó el escándalo en Chile por Catch y querían que fuera a lo de Rial. No fui porque no me aportaba nada.

¿No pensás que ese imaginario, construido alrededor tuyo y que vos alimentás, es un estigma que condiciona la propuesta de tus obras?
Creo que pasa algo muy raro con mi trabajo, y tiene que ver con el estigma de lo que significo. Creo que si un espectáculo como Grasa no hubiera estado firmado por mí, hubiese accedido a más cosas. Pero yo acababa de estrenar Catch, ¡una obra de lucha en el barro! Creo que es muy difícil para una parte de la cultura aceptar que soy lo suficientemente polirrubro como para poder hacer al mismo tiempo Catch para quinientas personas; y Grasa para cuarenta.

Pero se dio un cambio con relación a tus pares. Antes algunos artistas no hubieran trabajado con vos y ahora sí.
Sí, hay una mezcla. Por un lado, tiene que ver con mi conducta. Yo tengo un discurso desde que empecé en el teatro y esa conducta no varió nunca. Trabajo con personas famosas y no famosas, entro en teatros comerciales y sostengo producciones propias poniendo la plata de mis ahorros para la prensa o para pagar la gráfica. Creo que para el afuera eso es difícil de comprender, aunque hace un tiempo pudieron conceptualizarme y eso hizo que la gente me ubique en un lugar de respeto. Es inevitable reconoce que tengo una conducta, guste o no lo que haga. Por otro lado, creo que antes había un discurso que se contraponía a lo que yo hacía y que no se pudo sostener demasiado tiempo.

¿Cómo pensás el cambio de ese discurso de los directores “serios” y tu producción?
Creo que hay algo de tipo generacional. Cuando empecé, la generación que hacía ruido en el teatro era mucho más grande que yo. Hablo de Veronese, Tantanián, que me llevan diez o quince años. En ese sentido, creo que la camada posterior a ellos, la mía, en algún punto fue más viva. Entendió que la cosa iba por otro lado y no justamente con pelearse con nada sino con hacer lo que uno quiere. Yo no tuve la necesidad de no ser Tito Cossa. No tengo problema en terminar de filmar para Playboy y después sentarme con Kive Staiff para ver cómo hago el biodrama. Pero pienso que en algo quedé enroscado y que mi postura me condicionaba para determinadas cosas. Y si bien las cosas no han cambiado del todo, algunas cuestiones se han modificado. Tuve conversaciones con el Festival, participo de la Fiesta Nacional del Teatro aunque no lo hago desde mi región sino por Santa Fe, ya que allí dirigí Cotillón con actores de esa ciudad. Y es raro participar de ese evento, y más raro aun no poder hacerlo desde el lugar en el que vivo.

MUJERES ELEFANTES
Muscari mientras viajaba en subte leyó una noticia sobre un ataque de elefantes en la India. De ahí partió con la idea disparadora Mujeres elefantes. En el telefilm que se verá por Canal 7, un grupo de obreras tiene problemas con el pago de sus horas extra. La jefa de la fábrica (Stella Galazzi) tiene una pelea con la sindicalista del grupo (Carolina Fal). Después, hay un grupo de personajes que entretejen la historia. La capataza, una ninfómana interpretada por Mimí Ardú; una chica retraída (Celeste Cid); la chusma (Lola Berthet), una mitómana (Jimena Anganuzzi) y una madre primeriza (Julieta Vallina). Están en esa problemática hasta que a la salida las atacan unos elefantes. Y todo estalla: Argentina sufre una invasión de elefantes.
“Me llama Canal 7 con la idea de juntar un director de cine y otro de teatro para hacer lo que queríamos. Me encantó hacerlo con Caetano, no lo conocía más que por sus películas. Nos caímos bien y presentamos una idea sobre una ironía acerca de La noche de los Martín Fierro, pero como debía ser en exteriores nos pusimos a pensar en Mujeres elefantes. Me identifiqué con él porque es un tipo cero conceptualizador, no traduce su trabajo desde el concepto sino desde el deseo. Escribimos en conjunto y nos propusimos no rebatir lo que el otro escribiera. La única posibilidad de rebatirlo era reescribirlo, pero no nos podíamos decir 'Che, esto no me gusta'. Trabajamos con esa sola pauta, la única forma de transformar lo que el otro escribiera era con trabajo. Y lo mismo con la filmación. A las actrices les advertimos que la propuesta iba a ser muy bipolar. A mí no me interesaba dirigir con Caetano para ponerme de acuerdo, sino que las actrices se tenían que bancar el cruce entre teatro y cine. Si yo decía una cosa y Caetano otra, ellas tenían que bancarse eso. Igual, no pasó mucho. Llegaba el momento del set y Adrián trabajaba con las actrices y yo me iba a los controles. Nos sentíamos muy confiados cada uno en el universo del otro.
Fue buenísimo el trabajo con ellas, la escritura se fue para el lado de las actrices. La única con la que no habíamos trabajado ninguno de los dos fue con Celeste Cid. Entonces trabajamos sobre el imaginario de ella. Una mina super retraída, religiosa. Pero después cambia y se transforma en una concheta. Todo se filmó en IMPA, se grababa de 4 de la tarde hasta la madrugada. Hay una invasión de elefantes, una mujer accidentada con los riñones afuera. La obra tiene una estructura de sueños recurrentes, están mezclados los niveles de ficción y realidad. Cada una de ellas, era otra cosa. Estuvo muy bueno porque nosotros no les entregamos el final de la obra hasta la mitad de la filmación.”

PLAYBOY
También hará una miniserie sobre la vida en un circo de 13 capítulos de 25 minutos de duración cada uno. Será protagonizada por Horacio Acosta y Edda Bustamante. “Hice un casting durante toda una semana y vinieron actores enganchados con la propuesta. Lleno de actores a los que no les importaba que fuera Playboy porque era un trabajo mío. Hay una cosa muy de texto y de humor de Edda y Horacio en los primeros quince minutos de la serie, en un registro que nunca se vio en Playboy. Parece una mezcla de Cha-cha-cha, Buñuel, Almodóvar. La estética es buenísima, me la jugué un poco de director de tele. Como ya había hecho lo de Caetano mandaba con lo poco que había aprendido en Canal 7.
De teatro teatro también están las actrices Paula Schiavón, Natacha Mendes, Santiago Caamaño; todos hicieron el casting. También hay una acróbata.”

¿Sabés qué los motivó a realizar este casting?
Trabajar conmigo y también la idea del circo. Fue un casting muy cuidado. Lo hice con la gente de Playboy porque ellos sabían qué actores dan para la cámara de Playboy, pero tampoco tenía que ser algo siliconado.

¿Por qué te llamaron de Playboy?
Por una cosa muy simbólica que fue lo que me atrajo. Me dijeron que el lugar que ocupa la mujer es preponderante en mis obras y que el lugar de icono y respeto que tengo por ella se lo querían dar ellos. Mirarla desde lo kitsch, lo bizarro. La miniserie tiene chicas playboy pero están como tal. Hay unas locas que Edda Bustamante quiere echar durante todo el programa, las chicas a-go-go. El rol de Edda sirve para legitimar todo eso. No me interesaba emular lo sensual, me interesaba que aparezca el desnudo desde lo bizarro.

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